viernes, 20 de mayo de 2011

Y ahora... ¡Fírmalo!


Hermes Castañeda Caudana
Cierta noche lluviosa, una sombra se dibujó en la puerta de mi casa. Yo estaba de viaje entre las páginas de un libro, por ello, no lo miré venir. Al levantar la mirada, he de confesarlo, me sobresalté. Sin embargo, tras mi susto vinieron los saludos. A ellos, siguió una grata sorpresa. Se trataba de Luis Alfredo, estudiante de mi taller de escritura creativa. ¿El motivo de su visita? Obsequiarme el mejor regalo. Con éste, se afirmaba mi confianza en que todos poseemos talento para escribir: ¡Él había creado un texto! Con gran entusiasmo, me mostró sus palabras concebidas en hojas de cuaderno. Una madrugada, tras tanto persistir, sedujo a la musa. Ella, sin reserva, se entregó a las manos de quien se decía un escritor sin vocación. El resultado, fue uno de los textos más memorables de aquel curso y de todos cuantos he impartido. La posibilidad de dar vida a una obra hermosa, siempre estuvo latente en Luis. Bastó poner una marca y mirar a dónde lo llevaba.
     En “El punto” de Peter H. Reynolds, ya nos lo había enseñado Vashti. Ella, tras decir con absoluta contundencia, “NO se me ocurre qué dibujar”, deja finalmente su marca sobre el papel, hundiendo el lápiz de un solo golpe. Inesperadamente, su maestra contempla aquella inaudita creación con toda tranquilidad y únicamente agrega: “Ahora, fírmalo”. “Quizá no sepa dibujar, pero sí SÉ escribir mi nombre”, piensa entonces la pequeña antes de poner “VASHTI” al calce de su opera prima. Una semana más tarde vendría la mayor de las sorpresas… ¡La maestra había enmarcado SU PUNTO en un marco dorado! ¿Qué seguiría? ¿Aquella pequeña escéptica de su propio talento había dado acaso un primer paso para convertirse en artista?
     A través de una narración precisa y clara, además de ilustraciones sencillas y sugerentes, Reynolds –poeta, narrador e ilustrador canadiense– nos muestra la desmitificación del talento. Crear cosas bellas no depende de un don, sino de la convicción de que merece la pena colocar nuestra voz en el mundo: dejar nuestra marca. Este cuento, ameno e inteligente, también nos recuerda lo crucial que es el papel de una maestra o un maestro, en que ese camino para descubrir el artista en cada uno, se transite con la confianza de que todo aquello que brota de nuestro interior es tan valioso como para adornarse con un brillante marco dorado. Ese marco, en el caso de la escritura, es la publicación de los textos. Por eso, después de revisar y discutir un par de ideas para mejorar el escrito de Alfredo, fue vestido con papel y tinta. Antes de eso, él también hundió su lápiz para firmarlo. Un joven incrédulo de su propio talento, iniciaba a ser artista.
     Este día, deseo felicitar a tres nuevos creadores: Luis Ángel Camargo Sierra, Elizabeth Romero Quezada y Kenia Araceli Ochoa Escobar, alumnos del quinto grado de la Escuela Primaria “Plan de Ayala” de la colonia Unidos por Guerrero de Iguala, Gro. Sus dibujos acerca de cómo se imaginan su primera experiencia en una biblioteca, son magníficos. Gracias a su esfuerzo, son para ustedes los ejemplares prometidos, de cuentos infantiles del Grupo Milenio, para leer, escuchar, jugar y aprender, cortesía de la Librería EDUCAL sucursal Taxco de Alarcón, Guerrero, dirigida por Iván Emmanuel Mejía Peralta y Ana Leticia Ocampo Cuéllar, estimados amigos que una vez más me acompañan en esta aventura de hurtar libros del peor desaire que puede hacérseles, que es jamás leerlos. A sus dibujos, Ángel, Elizabeth y Kenia (que comparto en ese mismo orden con nuestros lectores), únicamente falta agregarles algo: la firma inconfundible de sus autores. Escríbanme, como siempre, los espero: el_ladron_de_libros@live.com.mx




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