viernes, 29 de abril de 2011

¡Todos a la librería!


Hermes Castañeda Caudana
Mi sobrino Axel tenía siete años cuando visitó por primera vez una librería. Estábamos en la bella Mérida y, con fascinación, eligió acompañado de Marisol, su primer libro. Todavía recuerdo su rostro iluminado ante tal proeza. Aquel acontecimiento tuvo el carácter de un rito iniciático, del que todos en la niñez deberíamos participar.
     Yo no tuve una experiencia similar en mi infancia. En la ciudad donde crecí no había una sola librería y no fue sino hasta mi adultez, que conocí una. De inmediato quedé extasiado. La experiencia de caminar entre estantes repletos de libros no tiene parangón. Las librerías son lugares misteriosos y mágicos, plenos de secretos por descubrir. Sin embargo, para que un niño se emocione ante la aventura de visitar una librería, debe ser inspirado por adultos que reconocen en las obras que ahí se encuentran, tesoros de sabiduría y alimento para la imaginación.
     Con gran entusiasmo, de niños todos ahorramos alguna vez, un centavo sobre otro, para comprarnos algún juguete del que nos habíamos prendado sin remedio. ¿Podríamos inculcar por igual el amor de los niños hacia los libros hasta el punto de esmerarse en el afán de correr hasta una librería y adquirir aquel ejemplar largamente anhelado? Pienso que sí, es posible; para ello, hace falta construir una cultura distinta, donde los libros sean tan necesarios como el pan, que se degusten como el alimento diario y no sean mirados tristemente como raras excentricidades de algún extraño sujeto que crece como rosa en el desierto, llamado lector.
     Tengo muchos libros, no obstante, de cada uno recuerdo el lugar donde nuestras miradas se cruzaron, y nos enamoramos para no separarnos más. Una librería puede ser un lugar a donde se acuda triste o alegre, melancólico o decepcionado. Entre sus pasillos lo mismo puede festejarse a la vida, que buscarse respuestas a nuestras dudas más angustiantes. Comprar un libro es un acto de arrojo y resistencia en una sociedad hiperviolenta, en la que urgen como antídoto para el desaliento, miles de lectores con brillo de inteligencia en la mirada.
     Este día del niño, pequeños y adultos vayamos juntos a una librería. No hay pretexto para no hacerlo. Un buen libro nunca es demasiado caro, porque nos nutre como el más delicioso platillo gourmet. Si no hay una librería en su localidad, naveguen en una a través de la red, ¡atrévanse! No obstante, en cuanto sea posible visiten alguna. No hay comparación en la experiencia de oler, mirar, tocar, comentar y escuchar con alegría los hallazgos entre aquellos estantes, de un libro que nos promete al oído, un encuentro afortunado.
     Como el más grande tesoro, cada niño puede empezar a formar su propia biblioteca, de la mano de un adulto lector. No se trata de obligar a los pequeños a leer, sino de inspirar en ellos el aprecio por los libros y lo que pueden hallar entre sus páginas.
     Tras cada lectura renacemos distintos, vivificados. Esa es, como lo dice Ángeles Mastretta, la recompensa del escritor: pensar con otros, vivir con otros, soñar con otros. Con el aroma de los libros golpeando nuestros sentidos al entrar a cada casa, sabremos sin duda que en este país todavía hay esperanza.
     Este día tengo cinco obsequios para ti, pequeño lector o lectora que disfrutas los cuentos infantiles, cortesía de la Librería EDUCAL sucursal Taxco de Alarcón, Guerrero, dirigida por mis amigos Ana Leticia Ocampo Cuéllar e Iván Emmanuel Mejía Peralta, donde encontrarás las mejores novedades editoriales y la posibilidad de conseguir el libro que buscas, a través de la red de librerías EDUCAL de todo el país. Únicamente tienes que escribir o dibujar cómo fue o cómo te imaginas que sería tu primera experiencia en una librería y hacerme llegar tu trabajo a: el_ladron_de_libros@live.com.mx a más tardar el jueves 5 de mayo. ¿Sencillo? ¡Te espero! Reciban mis mejores felicitaciones, todos y todas, quienes por alguna razón hoy celebran a la niñez.

lunes, 25 de abril de 2011

Poemario

Tampoco lo sé de cierto
Hermes Castañeda Caudana
Soy Edward Manners, enamorado perdido de Luc Altidore.
Lloro desconsolado contigo, Sor Juana, la quema infame de tu biblioteca.
Danzo con tu realidad, Jodorowsky, con brillantes botines rojos calzados en mis pies.
Como Poniatowska, también quise casarme contigo, Rosa Nissán, tras leer tu primera novela.
He querido ser un canalla sentimental, como lo eres tú, Jaime Bayly, niño terrible.
E imitar la belleza de tu escritura, José Luis Gómez, en “El beso de la Virreina”.
Con tu dulce cuchillo, Ethel Krauze, desgarra mi atormentado corazón,
para mirarlo por dentro y saber, por qué como el tuyo, Leroy, siempre es mentiroso.
Como decir agua quiero, dedicarte todos mis libros, Saramago.
Cuando deslices tu pie, sobre mi vientre Gaby, hermosa Gaviota, florecerán mis palabras.
Me sueño poeta, inspirado por ti, Sabines, pero no lo sé de cierto… lo supongo.

Mis queridos libros


23 de abril de 2011
Hace catorce años, en Madrid, Marisol me obsequió mi primer libro: “Del Big Ban a los agujeros negros”, de Stephen Hawking. Durante los meses que viví en España, también leí “El Alquimista” de Paulo Coelho, “No se lo digas a nadie” de Jaime Bayly y mi favorito hasta hoy: “La estrella de la guarda” de Alan Hollinghurst. Al volver a Iguala, decidí vivir solo y me mudé. En una pequeña caja me acompañaron mis libros. En aquellos ayeres apenas subsistía con lo que ganaba, por ello, mi biblioteca recién inaugurada crecía muy lentamente. Sin embargo, la semilla ya estaba sembrada. Cada viernes, al volver del pueblo donde trabajaba como maestro, iba hasta la biblioteca “Ambrosio Figueroa” y cambiaba los tres libros leídos por otros que elegía con esmero, entre los estantes de aquel universo de obras y autores. Así fue como leí a Jaime Sabines, Gabriel García Márquez, Mario Benedetti, Augusto Monterroso, Ángeles Mastretta y tantos más. Al mismo tiempo, cada vez que podía me compraba un libro. Leí casi completos a Hermann Hesse y a Nietzsche, y empecé a notar que unas obras me llevaban a otras. Leía cada vez con mayor avidez y mi inteligencia se sentía, gratamente estimulada. Un día, llegó hasta mi puerta uno de los mejores regalos que he recibido: ¡“Sangre en la piscina” de Agatha Christie! Marisol, que me inculcó el amor por los libros, ahora me obsequiaba aquella novela con la que había fundado su biblioteca. Entonces descubrí, que cada ejemplar que añadía a mi librero tenía un significado particular. Hasta hoy lo pienso así. Los libros son objetos de uso personal. Salvo los de las bibliotecas, no deben prestarse. Quizá cuando mire mi muerte en el espejo, me decida a donar mis queridos libros. Por ahora soy egoísta. No me gusta prestarlos porque cada ejemplar es único. Lo aprecio por lo aprendido, pero también por su historia. ¿Cómo sustituir “El corazón es mentiroso” dedicado para mí, por Azael? ¿O cada una de las novelas de Saramago que han ido conmigo a tantos lugares? ¿O aquellos libros encontrados tras una mañana completa de búsqueda entre los recovecos de alguna librería de viejo? ¿O los comprados en lugar de unos zapatos o de una camisa? Libros subrayados y con notas en los márgenes. Páginas manchadas de café o cagadas por las palomas en algún parque. Bordes modelados por los colmillos de Niza y signos de admiración, dibujados alguna madrugada, al final de una frase que me ha dejado perplejo. Cada libro es irremplazable. Hoy, que el estado de cuenta en mi tarjeta de crédito me recuerda varias novelas negras compradas a plazos, tengo una biblioteca de la que me siento muy orgulloso. He invertido en mis libros y en su lectura, mi lucidez y la certeza, de que gracias a ellos mi vida es mejor. Tengo libros aún con la cubierta plástica que los protege antes de ser estrenados. Libros releídos en cada ocasión, que mi corazón lo determina necesario. Tengo libros de todo tipo, que algún día clasificaré como lo hizo Monterroso. Libros escritos por mis maestras y por algún amigo, que me recuerdan que los hacedores de palabras son personas como yo, que sufren, que aman, que odian, y que imaginan. El aroma de mis libros impregna todo mi espacio, porque están en todas partes. En mi mesa de trabajo y en una alacena habilitada como librero. También están en mi habitación, aguardándome dentro de varias cajas tras mi reciente mudanza. Tengo algunos más, en la casa de mi madre. Ahí me esperan pacientemente mis primeros libros, que algún día volveré a leer. Con ellos he aprendido, he llorado y han hecho brotar mis carcajadas en lugares públicos, a donde se me voltea a mirar con sospecha. En los libros hallo ganas de vivir e impulso para mis ideas. No imagino mis días sin ellos. Despojado de su compañía, moriría de nostalgia. Fieles compañeros de mi pobreza, guardianes de mis convicciones, culpables de mi ira y mi felicidad. Libros: alimento de mi creatividad; cómplices de aventuras y romances imaginados entre sus páginas. Mis queridos libros: compañeros de viaje en mi paso por la vida. Les espero en: el_ladron_de_libros@live.com.mx

Primer Aniversario: ¡A celebrar!


16 de abril de 2011
Nací bajo el signo de Aries: 17 de abril del año 73. Un par de viejas fotografías, dejan constancia de mi desfachatez desde la infancia, expresada en mi sonrisa, tan obvia como la rabia de mi hermana. La culpa la tuvieron nuestros padres, porque ¡a quién se le ocurre retratarnos con el mismo pastel de cumpleaños! Ella nació el 19. Ustedes me excusarán si me reservo el secreto de su edad. Además su belleza la hace, sencillamente, imposible de adivinar.
     Hace un año recibí el mejor regalo: la publicación de mi primera reseña autobiográfica de un libro, justamente el 17 de abril. Fue “La ladrona de libros” de Markus Zusak. A ese primer artículo, han seguido otros. Cuarenta en total, más éste con el que conmemoro el Primer Aniversario, y aquél en que presenté a ustedes, estimados lectores, esta columna.
     No hay mejor forma en que festeje, sino escribiendo para mis lectores. ¡Salud! Y que vengan muchos más. Asimismo, para que nada falte en la fiesta, les invito a visitar hoy, el blog de “El ladrón de libros”. En este sitio, que he creado con mucho cariño para ustedes, agradeceré me obsequien sus comentarios para cada uno de mis artículos. Además, de difundirlos con amigos, colegas, estudiantes, o con quienes deseen compartir nuestra pasión por los libros y sus autores. Para ingresar, tecleen http://myfoldingstar.blogspot.es/ y den un click. Después, ¡a leer y consolidar nuestra red de amantes de los libros! Si desean publicar una reseña autobiográfica de algunos de los títulos que les he recomendado, o de otros más, háganla llegar a mi mail y será un placer subirla a nuestro espacio en la Web. Recuerden que lo esencial, es narrar nuestra propia experiencia como lectores, desde el momento de encontrarnos con las obras y sus autores, hasta lo que dejan en nosotros tras su lectura.
     Muchas gracias, por su atenta lectura cada semana. Mi reconocimiento, a los Directivos y equipo de Redes del sur, por su apoyo a la difusión de la cultura. En especial, a usted Licenciado Juan Manuel Santamaría, Director General y al Señor Aarón David Pliego, Editor. Con ello, demuestran su confianza en que podemos construir una mejor sociedad, leyendo. Gracias también, a los escritores que han respondido con tanto valor a los Desafíos de escritura convocados por “El ladrón de libros”, y a quienes aguzan su inteligencia al dar respuesta a mis Juegos de ingenio, también mi gratitud. Por último, pero no menos importante, gracias a Rosario Román Alonso por mi querido duende, pequeño pillo ladrón del mayor de los tesoros, así como a Azael Camiña, Rocío Román Ocampo, Ilda Bello, Male Fernández, Javier Miranda, Lety Ocampo de la librería EDUCAL en Taxco, José I. Delgado Bahena, Lupita Calles y tantos y tan buenos amigos, que han sido parte de muchas maneras, de este sueño hecho realidad.
     Cada semana, saber que mis palabras son degustadas por ustedes, me ha motivado a ser constante. Les he escrito desde la Ciudad de México; Pachuca, la bella airosa; Tlapa de Comonfort; Arcelia, la bella morena, novia del sol; Xalapa, capital de mi amado Veracruz; Chilpancingo de los Bravo, Acapulco de Juárez; Cuernavaca, la ciudad de la eterna primavera; Taxco de Alarcón, mi ciudad ideal; Teloloapan, tierra con olor a tradición, donde las calles susurran leyendas; e Iguala de la Independencia, donde nacen mis anhelos, y fructifican. De noche, en la alborada, al mediodía y por la tarde; en medio del calor, con frío, lluvia y tras un temblor; con la luz encendida o en la penumbra. Loco o cuerdo, feliz o melancólico, estimulado por un par de cafés o mareado por tres tequilas. Desde los espacios más insospechados, adonde siempre me acompaña un libro. Lo importante es que no transcurra un sábado, sin el privilegio de su lectura.
     La próxima semana, la fiesta continúa… ¡Otro día internacional del libro! Por ello, les invito a responder a la pregunta, ¿cómo celebrarás este importante acontecimiento? Para los más creativos, una recompensa. ¡Escríbanme! Como siempre, los espero en: el_ladron_de_libros@live.com.mx

La Virgen de Vallejo... y de los Sicarios


9 de abril de 2011
“La muerte es una obsesiva laboradora. No descansa. Ni lunes ni martes ni miércoles ni jueves ni viernes ni sábados y domingos, fiestas civiles y de guardar, puentes y superpuentes, días del padre, de la madre, de la amistad, del trabajo…” Fernando Vallejo, el primer gramático de Colombia, tenía razón. Por eso no importó que fuese cuando más lo amaba, que se lo arrebatara la Señora Muerte: a él, Alexis, su Ángel Exterminador. Se conocieron en la casa de José Antonio, amigo de Fernando a quien no veía hacía treinta años. En el cuarto de las mariposas –adornado con relojes detenidos que marcan todas las horas y ninguna, burlándose del tiempo–, se unieron para no separarse nunca más. Al día siguiente, Vallejo pidió a María Auxiliadora, su virgen más querida: “…hazme un favor: Que este niño que ves rezándote, ante ti, a mi lado, que sea mi último y definitivo amor; que no lo traicione, que no me traicione, amén”. En tanto Alexis también le rogaba. ¿Qué le pediría? Se preguntaba Fernando sin adivinarlo, porque, si ni uno sabe lo que está pensando, ¿cómo sabría lo que piensan los demás? Para su propia protección, Alexis llevaba consigo tres escapularios: en el cuello, en el antebrazo y en el tobillo. Ni los tres juntos le salvaron cuando “La Laguna Azul”, cobró con su vida la muerte a manos de Alexis, de su hermano. “¡Cuidado! ¡Fernando!”, alcanzó a gritarle todavía el muchacho, antes de volverse “muñeco” y de que sus ojos verdes se negaran a cerrarse, devolviéndole a Vallejo la profundidad de un abismo. Ya no visitarían alguna de las ciento cincuenta iglesias de Medallo, o Metrallo, como se dio en llamar ahora a Medellín, porque su nombre estaba ya muy gastado. No habría más caseteras ni televisores que dañaran los oídos rotos de Fernando, y cuyo estruendo tanto gozara su niño, Alexis. No tendría ya el escritor quien cumpliera sus deseos de muerte al prójimo, expresados aquí y allá inocentemente, que su Ángel Exterminador obedecía como órdenes, sin distinguir entre los crímenes que uno perpetra en la cabeza y los que cometería, en efecto, en la realidad. Ya no llevaban la cuenta de los muertos, que punzaba la conciencia de Vallejo y, en cambio, no perturbaba en lo más mínimo el sueño de Alexis: sicarios, mujeres embarazadas, atracadores, niños, taxistas poseídos por la ira y hasta un punkero, fueron ejecutados por su tote o fierro o pistola, como quiera llamársele, que “a la final” da lo mismo. Sin embargo, nada terrenal ni divino evitó que Wílmar –“La Laguna Azul”–, le cobrara con la vida el asesinato de su hermano, en una “culebra” interminable de sentencias y revanchas, consumadas en medio del más absoluto descontrol.
     La imaginación del autor es desmedida, me dije la primera vez que leí “La Virgen de los Sicarios”. ¿Cómo es posible que los insumisos colombianos arrojen un muerto, ahí donde se ha colocado un letrero que advierte contundentemente: “SE PROHÍBE ARROJAR CADÁVERES”? Hoy, cuando nuestra cotidianidad es más surrealista que lo nunca imaginado por literato alguno, confirmo que la ficción, antes de ayer, había sido también sentenciada por una realidad cuyo rostro “quedamos conociendo”, es ella, la miseria, la culpable de tanta descomposición.
     Una vez despojado de su único amor en la vida, Fernando ruega a la Virgen –la suya y la de los sicarios–, le devuelva a su niño. Milagrosa como es, quizá se lo conceda…
     Llevada al cine por Barbet Schroeder con guión del propio Vallejo, “La Virgen de los Sicarios” –la novela y la película– ofrece una experiencia literaria y audiovisual, que retrata fidedignamente en  nuestros días, mucho más que la devastadora realidad colombiana en la era que sucedió a Pablo Escobar. Hoy, es el espejo donde ojalá, nunca hubiésemos tenido que mirarnos.
     Felicidades a Raciel Rebolledo Garrido, autor del primer texto ganador del Desafío de escritura bajo el tema ¿Cómo podemos construir un país del que nos sintamos orgullosos? Este día, en la sección Redes Medio Mundo, bajo la excelente coordinación de Yeni Marchán, el segundo escrito seleccionado. Espero sus aportes y sugerencias: el_ladron_de_libros@live.com.mx

Ganador del Desafío de escritura "Ni un mexicano más"


¿Qué significa ser mexicano?
Francisco Rendón Rabadán, estudiante de la Escuela Secundaria “Plan de Iguala”
Para mí ser mexicano, es estar orgulloso de mi nación, de mi patria; porque vivimos en un lugar lleno de historia, costumbres y tradiciones. Tenemos la capacidad para sobrevivir ante cualquier tragedia porque somos solidarios; un ejemplo, fue cuando ocurrió el terremoto de 1985: en esta situación todos se unieron y sacaron al país adelante a pesar de una terrible desgracia. Somos gente trabajadora, luchona, que trata de conseguir lo que quiere con base en el esfuerzo y la dedicación.
     Ser mexicano es pertenecer a una generación más de los que han habitado en miles de años nuestro espacio territorial, desde nuestros antepasados prehispánicos hasta el día de hoy. Algunos hablan mal de su propio país porque desconocen su pasado, por ello, es importante saber más de México, ya que poseemos una hermosa historia y formamos parte de ésta. Además, nuestro territorio también tiene una gran riqueza natural conformada por ríos, lagos, flora, fauna y paisajes espectaculares, de los que se cuenta con una gran variedad.
     Lo más bello de México son sus costumbres y tradiciones; porque es bonito convivir al poner una ofrenda en día de muertos o al quebrar una piñata en las posadas, cenar todos juntos en familia en Navidad o Año Nuevo y cantarle las mañanitas a nuestra morenita, la Virgen de Guadalupe.
     También somos un país con una diversidad lingüística maravillosa, donde se hablan más de 60 lenguas que no han muerto, porque los pueblos indígenas las han preservado además de hablar español, nuestro idioma oficial.
     Igualmente, tenemos una gastronomía exquisita con platillos para chuparse los dedos, desde un agua fresca hasta un mole poblano. Asimismo, las obras de arte que realizan los artesanos son únicas, ya que no se les compara con las de ningún otro lugar del mundo.
     El mayor problema que existe es el narcotráfico, ya que nuestra nación es el conecte entre los países centroamericanos y los Estados Unidos de Norteamérica, por lo que se acrecienta el tráfico de drogas; la solución a este problema, es poner más seguridad en las fronteras, y dar un llamado de atención a toda la ciudadanía de no consumirlas, ya que queda en la conciencia de quienes lo hacen, la imagen negativa que proyecte México, al tener uno de los primeros  lugares en consumo de drogas.
     No obstante, no hay solamente malas noticias, porque en nuestra nación se encuentra una de las siete maravillas del mundo que es Chichen Itzá, así como hay otros centros arqueológicos muy bellos como Teotihuacán, Tula o el Templo Mayor. Además, en Iguala, Guerrero, contamos con el asta bandera más alta de toda Latinoamérica. Esta nación tiene muchas cosas por las cuales puedes sentirte orgulloso; una de ellas es que aquí naciste, es tu lugar de pertenencia; estés donde estés, eres nacido en México, ¡cien por ciento mexicano! y nadie te quitará esa alegría.
     Tal vez algunas personas no nacieron aquí y son nacionalizadas por distintos motivos, pero esta patria las ha acogido con calor hogareño, como si fuera su casa.
     Para mí, esto significa ser mexicano y aunque México sea un país con mucha violencia, narcotráfico y tenga un gran número de familias que viven en la pobreza extrema, también es un lugar con cosas positivas, que me hacen sentir muy orgulloso.
     ¡No desprestigies a tu país! Tú también experimenta orgullo por ser mexicano.
     Esperamos sus opiniones y comentarios: la_educacion_a_debate@live.com.mx

Ganador del Desafío de escritura "Ni un mexicano más"


La Educación a debate
¿Cómo podemos construir un país del que nos sintamos orgullosos?
Raciel Rebolledo Garrido
Hola a todos. Mi nombre es Raciel y soy profesor. Mi experiencia como mexicano inicia en un pueblo cercano a la ciudad de Iguala, Guerrero. Mi padre se dedicaba a la carpintería y cuando había fiesta en el pueblo, tocaba la trompeta en un grupo llamado “Los águilas”, que estaba integrado por familiares. Mi madre, ama de casa, con un sentido protector como todas las madres, manifestaba en toda ocasión un sentimiento de lucha, porque cuando llegó al pueblo no fue aceptada por sus concuñas; ellas la criticaban por ser indígena, así es que siempre trataba de demostrar que a pesar de su origen, ella podía salir adelante con su familia. Mi madre era una persona muy trabajadora, sabía leer y escribir. Mi familia también estaba conformada por mis dos hermanas mayores, mi hermano también mayor, y yo.
     Mi padre trabajaba mucho con el fin de que sus hijos fueran “alguien” en la vida, la situación económica de la familia apenas alcanzaba para comer frijoles y chile.  Mi bisabuelo era letrado, en su tiempo llevaba el registro civil, hacía documentos de compra-venta y “escrituras” de terrenos, trabajaba en el pueblo como maestro y participó en la Revolución. Mi abuelo siguió los pasos de su padre, sabía leer y escribir, por lo que también llevaba el registro civil y en algunas ocasiones ocupó el cargo de comisario del lugar.
     Mi hermana mayor, con mucho sacrificio de toda la familia, estudió en el Centro Regional de Enseñanza Normal de Iguala. Todos trabajábamos, mi madre nos llevaba al campo a recoger nanches y por la tarde los vendíamos en el pueblo. También íbamos a traer leña, hacíamos mandados, vendíamos paletas, en fin, cooperábamos para el sustento familiar. Mi otra hermana se fue a trabajar a Guadalajara, después de terminar la secundaria. Mi hermano le siguió los pasos, pero él estudió una carrera técnica en el área automotriz, posteriormente, se trasladó a la ciudad de Zacatepec, Morelos, para estudiar en el Tecnológico de ese mismo lugar. Él obtuvo el título de Ingeniero Civil. En mi caso particular, después de muchas peripecias, terminé de estudiar el bachillerato en Iguala, trabajé un año como técnico laboratorista e ingresé al Politécnico de la ciudad de México –en la ESIQIE (Escuela Superior de Ingeniaría Química e Industrias Extractivas)– solamente un semestre, porque no tenía dinero para vivir y estudiar allá. 
     Al volver a casa ingresé al CSAEGRO (Colegio Superior Agropecuario del Estado de Guerrero). Ahí estudié solamente dos años, porque obtuve una beca para estudiar en el extranjero, donde cursé una Licenciatura en Agroquímica y Agrología. Después que regresé a México, empecé a trabajar en una institución educativa, y bueno… mi trayectoria es muy larga. 
     La intención de contarles un poco de mi vida, es para dar un ejemplo, de que a pesar de las dificultades económicas, sociales  y  de otro tipo, podemos salir adelante. Quiero comentarles que a pesar de las limitaciones económicas de mis padres, ellos nunca me negaron la posibilidad de superarme. Mi hermana mayor, cuando ya trabajaba como maestra, apoyó a mis padres y a nosotros, sus hermanos, en todos los aspectos.  
     Contestando a la pregunta planteada al inicio, México tiene muchas cosas de las cuales nos podemos sentir orgullosos: de su música, de su territorio, de su folclor, de sus tradiciones, de la gente sencilla. Sin embargo, también hay muchas cosas que debemos cambiar, como nuestra actitud hacia la vida, la corrupción, la poca responsabilidad que muestran los profesionistas, los alumnos, etcétera.  
     Parecería que vivimos en un país de las apariencias, simulamos que trabajamos con calidad, pero en realidad no lo hacemos.  Llegamos tarde al trabajo, salimos diez minutos antes de la hora, o en ocasiones, únicamente vamos a firmar.  Creo que el cambio debe empezar por uno mismo: con la familia, con las personas que nos relacionamos. Si cada uno de nosotros hiciera lo que le corresponde, tendríamos otro país. 
     ¡Basta de políticos mentirosos!, ¡basta de los desvíos del dinero!, ¡basta de monopolios!,  tenemos todos los recursos naturales, humanos y  legales para poder cambiar. 
     Invito a todos a que amemos a México.  Del amor surgirán los cambios para construir un país del que nos sintamos orgullosos.
     La siguiente semana, el segundo texto ganador. Les esperamos: la_educacion_a_debate@live.com.mx

¿Un mexicano más?


2 de abril de 2011
No llevo la cuenta de las veces que lo he leído. Tras la mudanza a mi “Casa del Cirián”,  sabía que me acompañaba, sepultado en alguna caja, un ejemplar de uno de los libros que considero más memorables: “Un mexicano más”. Tampoco sé cuántas veces lo he obsequiado. Mi total acuerdo con Sánchez Andraka me impulsa en una y otra ocasión, a decirle a mis amigos: “Mira, éste el México en que vivimos”. No apuesto, contrario a lo que pudiera inferirse, por el poder de los sollozos. Sin embargo, opino que la denuncia es importante, por ejemplo, para reconocer la realidad denegada de una escuela obsoleta, que perpetúa sujeciones y un culto al absurdo, que termina por enajenarnos.
     Antonio Mendoza nos lo recuerda al trasladarnos a episodios de su joven existencia, en tanto se forja una identidad a partir de lo que vive. Los adultos son malos ejemplos. Para su infortunio, es todo lo que hay. A sus dieciséis años, ha sido educado en un pueblo donde un historiador es un pobre diablo, y un boxeador, el ejemplo ideal de fama y trascendencia. Triste realidad. Donde el maestro de historia no sabe historia, ni el de español, español, ni el de… ¿esto le suena conocido? ¿Acaso ha cambiado la enseñanza, desde los años sesenta en que se editó por vez primera este libro? “No”, dijo Sánchez Andraka en una entrevista concedida en Iguala el año pasado: “es lo mismo que asistas a una clase en los años cuarenta, que en esta época”. Ojalá tuviera argumentos para rebatir lo que opinas, Juan. Desearía explicarte con fervor: “Te equivocas, la educación ha evolucionado, lo muestran los resultados educativos, ¡en las escuelas se lee, se hace ejercicio, se cultiva el arte en todas sus formas!, mira bien, ¡los profesores somos distintos a los de antes! ¡No dejamos tareas absurdas, ya no exigimos que niños y jóvenes memoricen datos que después olvidarán, no sobrevaloramos los resultados de los exámenes! ¡Enseñamos con el ejemplo! ¡Observa, Juan, presta atención, ve…!” Ojalá pudiera decirte.
     No me parece catastrófico, quien recupera su vivencia en un libro, donde da cuenta de cosas que no debieran perpetuarse, en cada generación de mexicanos. El trabajo con tus personajes, Sánchez Andraka, también me parece fantástico. En la voz de más de uno de ellos, adivino tu experiencia. Eres Antonio Mendoza, irreverente e inquisitivo. Más adelante, te transmutas en el joven maestro de español, que llega a su nueva escuela siguiendo una vocación. ¡Qué valor inventarlos a ellos, para revivir aquel que fuiste en distintos momentos de tu vida, colmada de recuerdos y lecciones!
     Más de cincuenta ediciones demuestran que lo dicho por ti, resuena en otras conciencias. Porque “Un mexicano más”, no solamente se lee para disfrutarse. Con cada capítulo he reído, sufrido y detestado circunstancias que también yo, como el joven Mendoza, he vivido en carne propia: una educación familiar y escolar dogmática, ejemplos burdos que tratan de mostrarte cómo ser hombre; autoproclamados guardianes del saber y de la fe, que son farsantes.
     Quiero estar encerrado, como tú, Juan, cuatro días sin opción de escapar de mi aislamiento, para continuar tu obra. Atrapado ahí, en la Ciudad de México, adonde fuiste a defenderte de las injurias de tus colegas, y decepcionado, decidiste renunciar a la profesión de maestro. Todos los profesores tendríamos que dimitir, si no enseñamos lo que debemos. Si no contribuimos para que el adoctrinamiento no se repita y evitamos que los estudiantes terminen domados y sin voz.
     Al final Toño, tu atormentado personaje, dice estar “dispuesto a todo”, para no ser un fracasado. ¿Dispuesto a todo? En el epílogo que imagino, hay lugar para la esperanza. Porque mediocre, corrupto y falto de ética no se necesita ni uno… Ni un mexicano más.
     Este día, les invito a escribir un texto breve, en 600 palabras como máximo, donde expliquen qué harían ustedes para construir un país del que se sientan orgullosos. Piensen a partir de lo que cada uno puede lograr, desde su ámbito de actuación. Pregúntense, ¿cómo puedo contribuir como estudiante, maestro, artista o habitante del mundo, para vivir en un lugar mejor? ¡Anímense! La justa recompensa será un libro de Juan Sánchez Andraka, mi admirado escritor guerrerense, a quien hoy dedico este espacio. Les espero: el_ladron_de_libros@live.com.mx

¿Bailamos?


26 de marzo de 2011
La realidad es una danza. El bien y el mal bailan juntos, como una pareja de amantes. O, ¿quién de ustedes, estimados lectores, no ha hecho alguna vez un mal por hacer el bien? Alejandro Jodorowsky nos lo recuerda en su autobiografía imaginaria, libro donde arranca recuerdos al olvido y los recrea nítidamente por medio de su escritura, lúcida y luminosa, como noche alumbrada por cocuyos.
     En uno de los primeros episodios, “Pinocho”, Alejandro niño, evoca su deseo cumplido de tener unos zapatos rojos.
     – ¡Oh, qué lindos son! –exclamó Carlitos, su compañero de banco, el más pobre de todos, cuando los miró.
     Durante casi una hora, aquel pequeño se afanó hasta dejarlos brillantes como el sol. Al terminar su trabajo como lustrabotas, Carlitos murmuró, en tanto enjugaba un par de lágrimas:
     –Tienes suerte, Pinocho… Yo nunca podré tener un par así.
     Conmovido, Alejandro le obsequió su tesoro. Más tarde, tras llegar a casa y ser reprendido por Jaime, su padre, el magnánimo pequeñín fue obligado a volver a la plaza para quitarle, si era preciso a golpes, sus flamantes zapatos carmesí, al pequeño a quien momentos antes dio la más hermosa felicidad. Sin embargo, no tuvo que hacerlo: Carlitos volvió sobre el manubrio de una bicicleta, doblado en dos, como flácida marioneta. Las suelas de goma de los botines rojos le hicieron resbalar entre las rocas mojadas. Tras caer al mar, no hubo salvación. Su imprudencia y la generosidad del dueño original del codiciado calzado, lo mataron. Esa experiencia, sumada a otras anteriores, corroboraba al niño que el mundo era un tejido de sufrimiento y placer. Sí, esa era la danza de la realidad: un amasijo de crueldad y belleza.
     Al leer el capítulo del libro del chileno –tarólogo, escritor, actor, director de teatro y cine de culto– dedicado a su infancia, me dije: –Así es como me gustaría escribir mi vida–. Por eso, decidí compartir con los jóvenes participantes de mi taller “Autobiografía”, un par de textos de este libro que me tiene fascinado, incluido el fragmento donde el autor, narra el episodio que les he compartido.
     ¿El resultado? Historias inusitadas que corroboran la tesis de Jodorowsky. Luis, ocasionó un terrible corto circuito a una anciana, tras ayudarle con altruismo a cambiar sus fusibles. Concepción, obsequió una cadena a cierta querida amiga, a quien despojaron de tan preciado objeto en un violento atraco a que dio lugar la codicia por el mismo. Cindy, permitió conducir su moto a una amiga que así lo anhelaba, con fatídicas consecuencias para ésta: una volcadura y múltiples heridas. Con ello, constatamos el ritmo al que baila la vida, cadenciosamente, entre el bien y el mal.
     Pocos libros como “La danza de la realidad”, me han impresionado tanto apenas beber de él un par de madrugadas. Como ninguno, me ha confirmado que la realidad que se escribe cuando uno atrapa en la red de pescador de recuerdos, su pasado, es también producto de la imaginación, no sólo de lo acontecido.
     Nuestra existencia, en el papel, es fantasía y verdad: es un territorio con los bordes difuminados. Puede ser, como la autobiografía de Jodorowsky, un ejercicio imaginario. Gracias a esta libertad, podemos pintar nuestra vida sobre el lienzo inmaculado de la página en blanco, con matices surrealistas y prodigiosos. Al final habremos creado, ¡una esplendorosa obra de arte!
     Y mi separador, apenas ha caminado las primeras páginas…
     Agradezco a ustedes, estimados lectores y lectoras, los comentarios sobre el artículo de la semana pasada, y principalmente, acerca de mi poema en honor a Gaby Brimmer, escritora mexicana, publicado en “Poemario” de Redes del sur. Como siempre, esta vez apreciaré sus opiniones y sugerencias: el_ladron_de_libros@live.com.mx

Poemario

19 de marzo de 2011
Gaby
Hermes Castañeda Caudana

A Gaby Brimmer, escritora mexicana.

Desliza tu pie sobre mi vientre, Gaby.
Alíviame el deseo de muerte, expulsa mi desesperanza.
Te cambio el alfabeto por mi cuerpo tembloroso.
Regálame las letras, te doy mi corazón.

Igual que a ti me invade, a veces, la tristeza.
El rencor asoma a mi alma, mi cielo se encapota.
Quiero llover este coraje por todo lo vivido.
Empujar mis dedos torpes y evocar la desazón.

Soy un payaso con máscaras de complacencia.
¡Qué paradoja! Como tú, detesto maquillar mi sinsabor.
Enséñame Gaviota, cómo sortear los densos nubarrones.
Quiero ser valiente, acribillar mi terca negación.

¡Apresaré palabras de arena que por mis manos resbalan!
¡Reconciliaré mi vida triste con mi enclenque personaje!
Entre los versos de tus libros, ¿encontraré una respuesta?
Dime Gaby, cómo nombro con palabras mi emoción.

Cómo revivo mi infancia gris y fragmentada.
Adónde transito para hallar al que un día fui.
Posa de nuevo tu pie caliente sobre mi vientre sudoroso.
Tócame el alma, Gabriela, ¡enséñame a escribir!

Que tu pie izquierdo no me indique las palabras.
Ni me dicte los comienzos que jamás imaginé.
¡Hazme temblar de ensueños!, ¡cólmame con tu labia!
Que borracho de tu historia, inventaré la mía… al fin.

Gaby, la Gaviota


19 de marzo de 2011
Naciste mujer y te hiciste Gaviota. Tu cuerpo frágil y traidor, no contuvo tu genio. Con el pie izquierdo, fabricaste filigranas de palabras. Con certeros golpes al abecedario, nos obsequiaste tu mirada. Gaby Brimmer: valiente escritora reaccionaria, que levantaste la voz ante un mundo sordo e indiferente. A Florencia, tu Nana, debemos el descubrimiento de tu viveza. ¡Qué tragedia tu encierro temprano, tras tu primer contacto con el mundo! La ignorancia te mantuvo cautiva. El atrevimiento de la mujer que te adivinó  inteligente, te liberó del todo. Al principio, tu pie balbuceó. Aprendiste a escribir, Gaby, y amansaste todas las palabras. Te montaste en ellas y dejaste como estela, tu irreverencia e inspiración. Junto a Elena Poniatowska, lo mismo hiciste innumerables cartas que tu autobiografía y lúcidos poemas. Quién si no tú, podría desafiar a la huesuda, al decirle: “Ya no te temo… Ya no me das miedo…”
     Luis Mandoki filmó tu vida. Tú la decidiste, siempre. Gabriela Raquel Brimmer Dlugacz, nacida en Ciudad de México el 12 de septiembre de 1947. Viviste atada a una silla. Combatiste tu inmovilidad, con la gracia de tu intelecto. Sagaz estudiante de periodismo en la UNAM. Amante de la vida y de los libros. Enamoradiza y tozuda. Brillante y sensibilísima. Tu decisión de no aceptar sin más una vida intrascendente, te condujo a desafiar un sistema educativo que cerraba la puerta a la diferencia. Enseñaste a todos una lección de respeto al género humano. ¡Pobre de aquel que la olvide! Podrían morir talentos sin desplegarse. Nunca se escribirían aquellos libros, que dieran testimonio de universos interiores coloridos, como el tuyo. Si eso ocurre, ¡ay!, todos perdemos.
     Te conocí una tarde lluviosa. Yo caminaba por la calle Donceles en la Ciudad de los Palacios y me apresuré a guarecerme del chaparrón en una librería de viejo. Por aquel tiempo, yo empezaba a confundir mi afición a la lectura con el vicio de comprar libros. Ya en la caja, frente a la pila que formaron mis nuevas adquisiciones, lo vi. Ese libro naranja con dos delgados pies dibujados –el izquierdo sobre un tablero con el alfabeto–, despertó mi curiosidad. Solicité a la dependienta me lo dejara mirar y, tras hojearlo, ya era mío.
     Más tarde, entre los estantes polvorientos de aquel mismo lugar, completé el tríptico. Conseguí un libro con tus cartas, y mi favorito, “Gaby, un año después”, con tus poemas. “Quiero morir en un día de invierno / gris, feo y frío, / para no tener tentación de seguir viviendo. / Moriré en esa época del año, / porque de todo el mundo he recibido frío. / Quiero morir en invierno / para que los niños hagan sobre mi tumba / muñecos de nieve.” Llévame contigo, Gabriela, a tus gélidos parajes, ¡y que los pequeños jueguen sobre nuestras tumbas solitarias! Vuelas alto, Gaviota, vestida de azul, de rojo, de verde, como los colores del arcoiris. Como tú, aspiro a escribir mi vida. Con la tuya, en mi inspiración entrelazada.
     Los libros que escribió Gaby, hoy son muy difíciles de conseguir. Lamentablemente su obra no ha sido reeditada, lo que priva a mucha gente de prendarse de sus palabras, concisas y perspicaces. Escríbanme y a vuelta de correo electrónico, les obsequiaré tres de sus poemas, hechos con arena de letras, donde Ella dijo, simplemente, lo que vivió. Les espero: el_ladron_de_libros@live.com.mx

Un Manual para perversos


12 de marzo de 2011
Era un sábado por la tarde. Afuera del Museo a la Bandera y Santuario a la Patria, algunos curiosos husmeaban entre los puestos de libros. Adentro, iniciaba la presentación del “Manual para perversos”. Al frente estaba, rodeado de amigos, José I. Delgado Bahena: el escritor.
     – ¡Cómo es posible hacer un manual dedicado a la perversión! –murmuraban varios de los ahí congregados.
     – ¡Qué descaro! En mis tiempos no se veían esas cosas –apuntaban otros.
     – ¡Qué delicia! ¡Por fin alguien nos entiende! –decíamos algunos más.
     Sin embargo, nadie se movía. Nos hallábamos expectantes. Temerosos o, los más descarados, ansiosos de parecernos un poco a un perverso o perversa, protagonista de alguna de aquellas cuarenta y nueve historias. Porque, ¿quién no ha navegado en internet, buscando alejarse de su triste soledad? ¿Quién no ha dado malos pasos o ha envidiado a quien los da? ¿A quién de ustedes no ha inquietado alguna vez el demonio de los celos?
     A ello, agreguemos que los escenarios dibujados por la pluma del autor, a muchos nos son sospechosamente familiares. Tanto como las situaciones recreadas. No obstante, a Delgado Bahena no le interesa retratar la realidad, sino arrojar destellos sobre nuestra cotidianidad. A través de ello, podemos sufrir con sus personajes, desear conversar con ellos y a cambio de su desnudez, contarles también sin ambages nuestra historia. ¡Quién fuera uno de aquellos perversos, y no solamente el canalla triste que se bebe sus desventuras como delicioso mezcal en cada texto!
     Qué gran riesgo, José, ser retratado por tu imaginación, tú que observas con aguda inteligencia los entuertos de este mundo y nos los devuelves como figuraciones, por medio de tu escritura. Cada miércoles te continuamos leyendo, quienes apenas asir tu peligroso manual, no lo dejamos hasta que el Tigre volvió del paraíso para tomar entre sus brazos a Sofía y desposarla. Porque además, este cuento por el que un día fuiste galardonado, corona las historias que le anteceden en tu libro.
     Esta obra, sin embargo, no es la primera. Antes ya habíamos degustado tus “Malditas palabras”. Te disfrutamos en “Huilotl Texotli”. Vivimos contigo “La noche de las cabras”. Miramos el mundo “Con ojos de perro”. Y también nos volvimos un poema, “Azul como el pecado”.
     Ahora, en tu “Manual para perversos” nos seduces una vez más. Tras la última página, los lectores ya somos adictos a tu manera de recordarnos, como espectador de la vida –y audaz protagonista–, la desfachatez del género humano.
     Afortunadamente, la tinta de tu pluma no se agota. Cada semana estás ahí, entre las páginas del diario que con atino acoge tu talento, y en tu blog, que como cometa deja estelas fulgurantes de tu audacia, en cualquier rincón del planeta.
     Qué privilegio ser tu amigo. Más aún, un asiduo lector de tus palabras.
     Y usted, estimado lector, ¿qué tan perverso se siente hoy? Escríbanme: el_ladron_de_libros@live.com.mx