Eres todas las mujeres que
viven en ti; la subversiva, la casi tímida, la atrevida, la rebelde, la
apasionada, la internauta, la de ayer, la que serás y ésta que hoy vemos aquí. En
Cromosoma X. Tu nuevo libro. En la
dedicatoria anticipas que no todo lo que narras es verdad; dices: “[…] algunas
historias son cuentos […], deseos reprimidos y situaciones que se quedaron
grabadas como sobresalientes en mi mente”. (Calles, 2011, p.8). Y sobre aviso
–que conste–, no hay engaño. Lo que hay es arte. Es Literatura.
En tus escritos se entrevé
tu desnudez para quienes te conocemos. Si no es así, no importa. Porque incluso
aquellas historias que rescatas de tu olvido, lo más fidedignamente posible y
con lujo de detalles, poco habrían de decir a quien te leyera, si sólo de
contar tu vida se tratase. Sin embargo, Pipis, tus creaciones cobran el sentido
más interesante cuando dicen a otras mujeres y a otros hombres, algo sobre
ellos mismos; sobre lo que aman, gozan y sufren; sobre lo que temen, sueñan y
viven.
En varias ocasiones hemos
conversado, querida amiga, sobre el prejuicio que existe en torno a la escritura
autobiográfica; hay quien dice que ésta no es literatura, que posee tan sólo un
carácter anecdótico sin mayor posibilidad de trascendencia. Pero, ¿y si se
publica un pasaje de la propia vida declarando que se trata de un cuento o una
novela? ¿Dónde se coloca el límite entre lo verdadero y lo inventado en una
obra a cuya trama se atribuya una sospechosa similitud con la vida del autor? Y
esto, ¿qué importaría, después de todo, si abrevar de las palabras de esa obra nos
resulta placentero o inquietante? ¿Quién podría diseccionar los personajes y
mirarlos bajo la lupa, a fin de encontrar en ellos al escritor y a los demás seres
en que se inspira? Además, ¿por qué lo haría?
En el texto literario, el
espectáculo comienza cuando el autor, tras hacer acopio de lo vivido para
invocar a la musa, arropa sus textos. En ese momento, la materia prima
autobiográfica se convierte en una obra que ante todo busca ser verosímil y,
con técnica e imaginación, difumina tras velos multicolores, la completa
desnudez inicial. Esto es a lo que Vargas Llosa (2011) llama el striptease a la
inversa. Por eso, Guadalupe, tú y yo somos desnudistas.
El escenario de la hoja en
blanco o la pantalla de la computadora, nos brinda la oportunidad de vestir
nuestras vivencias; o mezclar ingeniosamente lo que atañe a nuestra historia, con lo imaginado, lo
deseado, lo temido, lo descabellado, o lo improbable. En el momento de la
creación, decidimos el ritmo y los movimientos. El clamor del público o su
indiferencia nos indicarán, lo seductor o tibio del espectáculo brindado.
En tu obra, escritora, se
aprecian tu agudeza y tu pericia, y está presente la mano de tus maestros.
Utilizas las herramientas que te han mostrado y has hecho tuyas. Así también,
cada vez más eres consciente de tu proceso creador y de la forma, en que
consigues que la musa se haga presente y, embelesada, se vuelva una contigo,
como la inseparable soledad de alguna de tus personajes, y entonces escribas
desde la madrugada y en cualquier hora del día o la noche, en que la atmósfera
propicia te permite dar vida a más textos; escribes al recordar, al evocarte
las canciones los momentos del ayer que hoy reelaboras, y al montarte en
ilusiones y quizás, para ser junto a los seres que construyes en tus relatos,
esas otras mujeres, Lupita, que has sido ya y que tal vez no serás.
En tu obra, sin duda estás.
También lo estamos cada uno que se atreve a vivir, con la complicidad del lector,
las vidas que latentes permanecen, en el tintero de lo posible, de lo
aspirable, o del jamás. No obstante, hurgar para encontrar como tesoros,
vestigios de tu historia entre tus textos, no es suficiente si quien bebe de
tus letras, no te dibuja como la mujer que conocemos tus amigos, tus maestros,
quienes te aman, o aquellos que estoy seguro te temen.
Como mariposas monarca
emergiendo de crisálidas, dejas volar en libertad los frutos de tu vientre
literario y das a otros lo que eres; porque lo vives, padeces, gozas, sueñas o
imaginas. Y es únicamente en este sentido, que eres lo que escribes, que estás
en tus palabras, que las mujeres que naciste son espejos; donde te miras de las
múltiples formas que eres, y de aquellas que únicamente en lo que escribes,
vivirán.
Cromosoma X
ratifica lo vislumbrado por los expertos que se refirieron a tu obra en Atisbos y precipicios; en que te miraron
distinta, una voz suigéneris en la narrativa mexicana, que rompe estereotipos,
se subleva, resignifica lo femenino y nos deja a todos tus lectores con ganas
de saber quién es esa mujer de lucha y corazón implacable, que lo mismo teje
historias amorosas, que da reveses a la ignominia, a la mediocridad y a los
arneses en que la tradición ha colocado a la mujer, Lupita, que tú no eres;
conforme, sumisa, sosegada y oprimida.
No habremos de buscar –quienes
sabemos o creemos saber qué tan cierto es lo que narras, ni quien no tiene
interés en corroborarlo– a Lupita Calles en tus historias y manifiestos. Sin
duda, vives en tus escritos. Pero es la vida que celebras, la que devuelves
para tus lectores más nítida y colmada de tus significados del mundo y de la
vida, la que nos obsequias para nadar en ella junto contigo; quienquiera que
seas, la que fuere que hayas sido o serás.
Felicidades, Pipis, por
parir para ti y para nosotros una nueva obra literaria. Por mostrarnos los
juegos infinitos que es posible realizar con lo vivido cuando se imagina, se
inventa, se trabaja con oficio y se recrea la vida en una obra de arte –que sin
importar si confiesa verdades o mentiras–, nos produce un gozo inigualable al
disfrutarte, al leerte, al abrazarte en cada línea y querer ser tú; acompañar a
tus personajes a la sex shop, a sus romances furtivos y virtuales, a las
marchas de protesta por justicia social, y perfumarnos con Chanel número cinco
y ser tan infieles como se pueda, que la vida se va y el mundo con todos sus
entuertos, aquí se queda.
Gracias por enchinarme la
piel con tus palabras; aplaudo tu lucidez y te acompaño. Sigue andando. Al
ritmo del rock de los 60’s y 70’s, sácame a bailar. Vuelo contigo, paloma
hembra; mujer sin estigmas ni convencionalismos. Magnífica amiga. Escritora
chingona. Continúa. Que tu Cromosoma X
empuje las palabras que nos faltan; para saber que en tu sexo está la fuerza
que te mueve, que te insufla vida, que te hace ser así. Guadalupe. Lupita.
Pipis. Mujer de tantos nombres; de tantos hombres y de ninguno. Moradora de
tiernas madrugadas. Incitadora de inteligencia. Gran escritora.
Hermes
Castañeda Caudana
Madrugada
del 16 de mayo de 2012.
Desde
La Casa del Cirián.
Obras referidas
Calles Salazar, María Guadalupe (2011) Cromosoma X. Editora Independiente:
México.