martes, 8 de noviembre de 2011

Con ustedes... ¡¡¡MIS NUEVOS LIBROS!!!


Ethel Krauze

Aquí va el cartel de las presentaciones de mis más recientes libros, para que me hagan favor de acompañarme.
Se los agradezco de corazón.


miércoles, 19 de octubre de 2011

Carta a Rilke


Cuernavaca, Mor., a 23 de agosto de 2011.

Estimado señor:

A usted se le hizo un ángel pequeño entre sus brazos mientras usted crecía.  De repente, mis preguntas sobre el acto poético crecen mientras las respuestas se hacen pequeñas, como su ángel. Permítame hablarle como un familiar y permíteme llamarte compañero pues compartimos vida y un interés por la hoy llamada poesía. 
     Compañero, sé que tu camino es arduo entre los versos y quisiera compartieras tu opinión ante el collage de preguntas cual diluvio te ofrezco para que tu voz me sirva de eco y retumbe en mi camino poético que si bien es humilde es bastante pretencioso.
     Sabemos que el universo, desde cualquier postura, se inició del movimiento, de la acción. La poi/hsij se engendró de sí misma, del poie/w. Todo el tiempo ha existido poih/sij en el universo, en nuestra historia. Asimismo Dios o el universo se hizo a sí mismo poih/thj. ¿Hay alguna poi/hsij (creación) que no haya valido la pena? ¿Quién juzga la creación… la poi/hsij?  ¿O quizás deba empezar por preguntar si la poi/hsij? ¿es juzgable?
     Los filo/sofoj, los poihth/j y su cultura abstrajeron la idea del poie/w en el encuentro con el  mu=qos (la palabra), pero, ¿cuál es el mu=qos de la poi/hsij?
     La poesía adoptó la letra. El poihth/j vertió la poi/hsij en la letra. La esculpió de su lengua no sin antes invitar a Euterpe y otras musas.  ¿Hay música sin ritmo? ¿Hay poesía sin música, sin ritmo? ¿Nos hemos olvidado de la historia o sólo hemos evolucionado? ¿La poesía de hoy día, tiene ritmo como en su historia o sólo tiene un discurso escrito como en su aparente evolución? Acaso, ¿el poeta de hoy ya no canta o ya no debe cantar, cuestión de moda? ¿O sólo es que ya no hay nada que cantar?  Cuando veo a la gente sin empleo subida en los camiones para hacer uso de su voz, me pregunto: ¿es cantante el que sólo “canta” o el que sabe qué es y cómo cantar? [… ¿Qué es cantar entonces?]. Cuando miro poemas impresos en revistas, periódicos o en la red, me pregunto: ¿Es poeta (poihth/j) quien sólo escribe o el que sabe cómo escribir?... [¿Qué es saber escribir entonces?]. ¿La palabra misma es un arte o es sólo convención?... [¿Qué es el arte en las palabras entonces?].
     En efecto, la escritura es una evolución lingüística y antropológica. Hoy en día, una vasta mayoría de hermanos terrestres saben plasmar su lengua, su dialecto. ¿Un hablante sabe hablar menos y es otro el que habla más o mejor? Si la escritura plasma una lengua, un sociolecto, un conocimiento… ¿alguien conoce más y otro conoce menos de su lengua? ¿Plasmar un idiolecto es plasmar la lengua? ¿Cualquier plasmante es escritor? O, ¿sólo quien conoce y saber hacer uso de su lengua escrita es escritor, ése el que se supone tiene un oficio, un quehacer, un conocimiento específico de la letra?… ¿Todo escritor es poeta (poihth/j)? Recuerdo mis clases de escritura en la primaria. Recuerdo los dictados no tan olvidados por la didáctica de la lengua. En las primeras etapas, la lengua implica una inclusión del individuo a un sistema comunicativo aprendido por el escucha y la repetición y a su vez la escritura sigue el mismo camino, si la repetición y el dictado es una nulificación de la creatividad innata (poie/w), ¿cuándo el poeta (poihth/j) empieza a ser poeta (poihth/j)? ¿Por el sólo hecho de escribir desde infantes por acto de repetición de modelos lingüísticos eres escritor, eres poeta? ¿Quién se tiñe habitualmente el pelo es pintor tan sólo porque pinta?  ¿Soy carpintero porque he olido y diferenciado las maderas y tengo brazos para cortar y pulir un tronco?  ¿Una costumbre te hace diferente?
     En este gran problema de abstracción y de historia, maestro; ¿qué debo entender por poesía? ¿Hay poesía en los poemas? ¿Hay poemas sin poesía? Según su experiencia, su visión, ¿cómo le hago para ser un verdadero poeta, si es que hay verdad en la poesía?

En espera de sus amables y expertas opiniones, quedo.

Desesperadamente:

Santhony Kappus

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Continúa abierta la inscripción a Nuestro Taller de creación literaria... ¡Y nueva fecha de inicio!



Taller de creación literaria
Imparte: Hermes Castañeda Caudana

Descripción del Taller
El Taller de creación literaria está dirigido a todas aquellas personas de cualquier edad y ocupación, que deseen iniciar o perfeccionar la escritura creativa de textos autobiográficos. Tiene carácter presencial y consta de veinte sesiones en el transcurso de las cuales se implementarán diversas técnicas con los participantes, para que narren a partir de temas variados –propuestos por el coordinador o a elección personal– episodios recientes, o bien, de cualquier momento de su vida; incluso, aquellos que aparentemente habían olvidado pero que sólo se hallaban latentes en su memoria.
     Asimismo, en un clima de respeto mutuo y colaboración, se compartirán escritos inéditos que paulatinamente vayan realizando los participantes, a fin de contribuir conjuntamente a su mejora.
     La actividad de cierre será una tertulia literaria y, como producto colectivo, se publicará una revista con los textos mejor logrados por medio del trabajo en el Taller.

Objetivo
Contribuir a que los participantes, inicien o retomen un proyecto de escritura autobiográfica, a través de la implementación de un modelo didáctico que impulse la creación literaria en cada uno, por medio de técnicas basadas en aportes teóricos de diversos escritores, sobre el proceso creador.

Mística del Taller
A través de varios años de experiencia en la práctica y la conducción de procesos de creación literaria, he identificado que cuando los escribientes partimos de lo más próximo y de interés para nosotros mismos –a saber, nuestras propias vivencias–, enfrentamos y vencemos los miedos que a menudo acompañan a la experiencia de escribir. En este hacer, que se torna reflexivo en la medida en que vamos teorizando a partir de nuestra propia experiencia como escribientes, asimismo podemos desplegar nuestra creatividad por medio de la aplicación de técnicas que nos provean de diversos recursos para comunicar mejor nuestras ideas y emociones, a través de la palabra escrita. Este proceso, además, cuando es vivido como una historia compartida, posibilita que unos nos apoyemos con otros y acrecentemos nuestra motivación y compromiso con nuestros proyectos personales de escritura. Ésta es la esencia del Taller, escribir juntos; y, al mismo tiempo, hacerlo cada vez más pensando en ese otro que es el lector de lo que se crea y publica, para que el “estar” en el mundo de cada uno, trascienda y toque otras vidas, para participar de esta manera de la experiencia de crear cultura, de transformarla para bien.
     En el sentido de lo anterior, el Taller de creación literaria se torna en un espacio facilitador del descubrimiento de cada participante, como una voz única que narra una experiencia irrepetible y, con esto, corrobora el valor esencial de la literatura: afirmar nuestra condición humana.

Dinámica de las clases
En las sesiones de clase los participantes experimentarán diversas técnicas, derivadas de los aportes teóricos de diversos escritores sobre la naturaleza, motivaciones y exigencias del proceso creador en literatura.
     Aunado a ello, revisaremos y corregiremos textos inéditos de los participantes, generados a partir del trabajo durante las clases. Para concluir las fases del proceso de escritura con la publicación, además los participantes leerán sus escritos mejor logrados en una tertulia literaria, y estos textos serán publicados en una revista.

Utensilios de trabajo
Cada participante se acompañará de un cuaderno para la planeación y textualización de los primeros borradores.
     Posteriormente, para la fase de revisión-corrección conjunta en el Taller de los textos inéditos, se requerirá de los textos impresos, a fin de facilitarse las tareas correspondientes.

Sedes y calendarización
Grupo "CAM", enmarcado en el Programa de Formación Complementaria del Centro de Actualización del Magisterio de Iguala
CAM de Iguala. Carretera México-Acapulco, tramo Iguala-Chilpancingo. Km. 1.5, colonia Burócratas. Iguala, Gro.
Martes de 16:00 a 18:00 horas.
Inicio: 30 de agosto de 2011 (inscripción extemporánea hasta el 27 de septiembre).

Grupo "Plan de Ayala", independiente
Escuela Primaria Federal "Plan de Ayala". Ensenada esquina con Mazatlán, Col. Unidos por Guerrero. Iguala, Gro.
Jueves de 16:00 a 18:00 horas.
Inicio: 6 de octubre de 2011 (apertura sujeta a inscripción).

Informes
Al correo electrónico hermes.cam.iguala@gmail.com, o bien, al teléfono 3325231, con Hermes Castañeda Caudana. 

Porque quizá haya alguien a quien le importe nuestra vida, para algo más que para hacerla pedazos...

domingo, 18 de septiembre de 2011

Las palabras dan alas [1]


Hermes Castañeda Caudana
Ana habla para Sara, las más granadas palabras:
     –Sara, ¡las palabras dan alas! Ámalas.
     –¿Amarlas, Ana? ¡Tal hazaña! ¡Las palabras jamás dan la cara!
     –¿Hazaña, Sara? Las palabras hablan tras cada faz, ¡hablan al alma! ¡Cantan a la mañana! Hazlas andar, ¡las palabras andan! Andan al alba, ¡cantan!
     –¿Cantan, Ana? ¿Las palabras tan amargas? Las palabras hartan hasta a la más santa. ¡Las palabras dan sarna!
     –¡Basta, Sara! ¡La sarna da nada más a las calladas! Las palabras dan pan, dan casa.
     –¿Casa, Ana?
     –Las palabras alzan la más alta casa, la casa amada, la casa más sacra, la casa aclamada al cantar las más caladas jaranas: ¡Casa armada para las palabras! ¡Para sanar al alma!
     –Ana, ¿al hablar cada alma sana?
     –¡Cada alma, cada cara, cada mañana, cada cantar, cada arpa! Callar da armas a la saña, a la patraña.
     – ¡Habla más, Ana, habla más! –clamaba Sara.
     –Las palabras dan paz, las palabras dan alas. Callar chala a las almas más sanas. Canta las palabras, Sara, ¡dan las ganas a cada mañana! ¡Ama las palabras!
     –Ana, amansas las ganas amargas para atajar las palabras. ¡Habla, habla...!
     –Las palabras arañan la cascada, bajan amansadas a la cañada. Las palabras bañan la casa alzada al cantar arpas, jaranas, maracas… ¡Las palabras sanan! Cada mañana claman al alba: “¡Ama, ama! ¡Amarás cada cara, cada alma!”
     Tras hablar Ana, Sara callaba.
     –Sara, ¿ya las amas? ¿A las palabras? –habla Ana tras charla tan larga (ya cansada, mas agasajada).
     –Las palabras dan alas, Ana. “¡Ámalas, ámalas!” Claman las almas jamás ya calladas. Ana, ¡tan sagaz! ¡Salvas a las atascadas! ¡Maga!
     –Maga jamás, Sara. La más rara. Para las calladas, la mala, la más chalada. Llamada Ana, la atarantada. Para las más salsas, Ana: ¡la más amada! La alada, jamás atada. Bañada cada mañana al cantar las sagradas, amadas… palabras.


[1] Cuento inspirado en “Los locos somos otro cosmos” de Óscar de la Borbolla –quien algún día será mi maestro en algún taller de creación literaria–. Tuve la suerte de leer este texto –que disfruté tanto que rondó mi cabeza hasta que terminé por escribir– en el capítulo “La historia subterránea” del Manual de creación literaria del mismo autor.



domingo, 11 de septiembre de 2011

Un pájaro a punto de volar


Hermes Castañeda Caudana

–Este semestre leeremos dos cuentos de Patricia Highsmith en el seminario –anunció la maestra y, el aprendiz, no hizo sino preguntarse quién era aquella escritora y por qué, precisamente, serían dos cuentos suyos los que le desvelarían los secretos para la construcción del personaje en la obra literaria, tal como había explicado con anticipación, la maestra que sucedería.
     Él se retiró a casa, pensando todo el camino en el autobús de regreso a su rutina, qué misterios entrañaría aquel raro título del libro que deseaba ya tener entre sus manos, para sumergirse en las historias tan elogiadas por su profesora, hijas de la pluma de aquella literata nacida en los años veinte del siglo pasado, que lucía tan enigmática –lo supo esa misma noche– en la portada del libro indicado, de quien además se decía con entusiasmo en la web que escribía acerca de los hombres, “como escribiría una araña acerca de las moscas”.
     –Pájaros a punto de volar –repitió para sí mismo una y otra vez, probando con diferentes tonos e intensidades de voz, en una especie de invocación de los seres que poblarían los cuentos señalados, el día en que por fin, tuvo un ejemplar entre sus manos.
     En silencio, con jugo de magueyes y de toronja gasificada, se bebió también una sola noche, las dos historias: Una mañana extraordinaria y, la que dio nombre al libro, Pájaros a punto de volar. En la primera, un taxista neoyorkino decide cambiar de aires y se muda a un pueblo tranquilo, un verdadero paraíso donde la gente es amable y sencilla y lo acoge con la familiaridad de quien lo ha conocido de toda la vida. En la segunda, un amante ilusionado espera con ansia la carta que alimente su esperanza, en que ella no ha olvidado aquellos locos días junto a él, cuando el mundo eran ambos y nada más. El paraíso, sin embargo, dejó pronto de serlo para Aaron, el protagonista del primero de los cuentos. En el segundo, la ilusión fue desplazada por angustia y desesperación, para Don.
     –Brillante –dijo el lector tras un suspiro, en que aprovechó también para inhalar el humo de la tercera varita de incienso, que perfumaba su noche en compañía de aquel libro que, como pocos, lo había hechizado.
     Una vez más, el estudiante busca la página 127 y lee en voz alta: “Todas las mañanas, Don miraba el buzón, pero nunca había carta de ella”. ¡Quiere abrevar otra vez del genio de la autora! Una mañana extraordinaria, con su despliegue de conocimiento de la psique humana y sus recovecos lo ha estremecido, pero Pájaros a punto de volar, que se precipita a disfrutar de nuevo con mayor avidez incluso que la primera ocasión en que lo hizo, simplemente le ha parecido una obra de arte. Hambrientos de palabras, los ojos le revelan las siguientes frases:
     “No habrá tenido tiempo, se decía. Repasaba mentalmente todas las cosas que ella tenía que hacer: llevar sus pertenencias de Roma a París, encontrar un apartamento al llegar a París y empezar su nuevo trabajo, antes de sentarse a escribirle una carta”.
     –¿No es así como se explica uno lo que quizá sea olvido del otro o una clara señal de la no correspondencia a lo que siente aquél que cometió el error de enamorarse tras un encuentro fortuito? –se pregunta el amante, y en su planteamiento está la respuesta.
     Recuerda aquella vez en que aguardó esa llamada, aquel correo electrónico, una carta… ¡Ay! La presencia del ser amado que nunca llegó.
     –Sí –se dijo–, como Don, ¡también hurgaría en el buzón del vecino!, desesperado por la falta de alimento a la esperanza que sin respuesta se convierte en congoja, y después… ¡en locura! Quizá también, como él, al descubrir que hay otra alma anhelante no correspondida que escribe a ese otro hombre sin rostro que a su vez ignora las súplicas de esa otra chica, yo habría tomado su lugar para consolarla e, incluso, para citarla en aquel sitio, adonde después, ¿qué haría después? Sí, improvisaría…
     Por eso, le sorprendió sobremanera cuando en la siguiente de sus clases, algunas estudiantes del seminario dijeron haberse horrorizado cuando Don da fecha, hora y lugar al encuentro con la mujer que representa el correlato de su pena, a quien su vecino desprecia e ignora. Y al estar ahí, lo que hace no corresponde a lo que éticamente, convencionalmente o quién sabe por qué, se supone que él tendría que hacer.
     –¿Y por qué tendría que hacerlo? –se pregunta de vuelta en su casa, el escribiente, en medio de la quietud que anuncia la hora más serena de la madrugada y añade– ¡Si sólo somos humanos! –a la vez que teclea aquella misma exclamación, en su fiel computadora.
     –¡Ese es el secreto! –se habla a sí mismo en voz alta, y alborota a los perros que descansan a sus pies, y a los murciélagos que revolotean en el cirián cuya sombra se dibuja desde la mesa donde escribe– ¡Don es como cualquiera! ¡Como yo! ¡Es un ser humano imperfecto, lastimado, con el corazón vapuleado! ¡No es un monstruo ni un canalla!
     –Al menos –repite para sí mismo ya entre sollozos–, Don tuvo el valor de pronunciar esas palabras (“Lo siento, lo siento…”), que yo hubiera deseado escuchar aquellas veces, en que simplemente el objeto de mi afecto o mi pasión, no llegó a una cita, ni llamó, ni escribió una sola línea. Con distintos nombres, he mirado el rostro de la más cruel indiferencia, del desengaño. Las lágrimas de Don, el personaje perfectamente construido de Highsmith, expiaron su culpa y, a la vez, le reavivaron la esperanza. Como él, también después de sentir morirse mi ilusión por mirar de nuevo a quien quizá no deseaba verme ya nunca, alimenté una esperanza, fabriqué una mentira, creí en mil excusas y contratiempos que le habían impedido escribir, llamar, acudir a la cita... También, como Don, lloré mi tormento para después esperar de nuevo, pacientemente, las señales de vida anheladas.
     –Igual que Don –pensó también, aunque ya no lo dijo por temor a ser escuchado por sus propios oídos– he impedido el vuelo de las aves que han sido un bálsamo para mi propio mal, a costa de lastimarles dolorosamente las alas.
     –Los humanos no somos perfectos –se repitió el aprendiz, el lector, el estudiante, el escribiente, el amante.
     Tomó entre sus manos de nuevo el libro. Aspiró otra bocanada de incienso. Oyó a lo lejos el cantar de un gallo trasnochado mientras llenaba otra vez su vaso de tequila con refresco de toronja, y dejó por unos momentos de atacar el teclado, para posar la mirada en un espejo próximo. En su reflejo, se reconoció transmutado en el pájaro que siempre había sido. Eternamente a punto de volar.
     Escríbanme: el_ladron_de_libros@live.com.mx


domingo, 4 de septiembre de 2011

Con ustedes: ¡Los resultados del Segundo Certamen de texto autobiográfico “Rosa Nissán”!



Hermes Castañeda Caudana
Hoy es un día de fiesta para los amantes de la literatura. ¿El motivo del festejo? ¡Los resultados del Segundo Certamen de texto autobiográfico “Rosa Nissán”! Evento, celebrado por segundo año consecutivo, en el afán de consolidar la red de nuevos creadores que juntos hemos conformado. Este año, se inscribieron trabajos de autores de diversas procedencias: Guerrero, el Estado de México y Morelos. Estos escritos, fueron valorados bajo la mirada atenta y conocedora de escritores experimentados, a quienes agradezco el arduo trabajo realizado para seleccionar aquellos textos que serían distinguidos como Ganadores, o bien, reconocidos con una Mención Honorífica. Mil gracias a María Guadalupe Calles Salazar, José I. Delgado Bahena y a David René Thierry García, por apoyarme en esta iniciativa. Además de sus valoraciones, sus aportes con toda certeza avivarán en cada uno de los participantes, la llama interna que los ha llevado a elegir a la literatura, como el vehículo para reclamar su lugar en el mundo, y hacerse escuchar y trascender.
     Una vez revisados minuciosamente los escritos recibidos para su participación en el Certamen, y concentradas las puntuaciones de los jurados con base en los criterios de Manejo de los aspectos formales de la escritura, Consistencia entre el tema, trama y desarrollo, Empleo creativo de diversos recursos literarios, Originalidad en el estilo, y Calidad narrativa, se designaron los siguientes como Ganadores:
     La mentira que alimenta una ilusión, firmado por La escritora Tokio, que una vez abierta la plica correspondiente, se identificó como Reyna Geovanna Díaz Peralta (Teloloapan, Gro). Texto que a juicio del jurado, aborda “un tema desgraciadamente muy actual y doloroso, que, escrito de esta forma, transmite la ansiedad y pesar de la autora” (María Guadalupe Calles Salazar –Lupita Calles–). Ello, además se complementa con “una narración sólida y bien realizada” (David René Thierry García –David Thierry–).
     Querido diario, cuyo autor –Manuel González López (Iguala, Gro.)–, bajo el pseudónimo Ausente consigue, a juicio del jurado, “un buen  trabajo: emotivo y ágil” (Lupita Calles). Así como, “un buen manejo del estilo” (David Thierry). Además, añade Lupita Calles: “La descripción que hace de su padre y sus sentimientos me encantó, así como la forma en que habla de la vida en el campo”.
     Dedicarme a la investigación a los 40, escrito firmado por Gabriela Vizzuette; pseudónimo que corresponde a Rocío Aída Gómez Garduño (Cuernavaca, Mor.). Autora sobre quien comentó Lupita Calles que: “Redacta muy bien y me gustaría leer el libro que escribió”. Acerca del texto, asimismo, David Thierry comentó lo siguiente: “Tiene un buen ritmo y permite empatía en el lector”.
     Con base en los mismos criterios ya señalados, la suma de las puntuaciones otorgadas por los tres jurados, condujo a distinguir los siguientes escritos con una Mención Honorífica:
     Entre nubes, de Berenice Méndez Medina (San Vicente Palapa, Gro.), quien firmó su creación como Estrella de la noche. El texto presentado, “resulta pintoresco y es capaz de evocar lo que se lee” (David Thierry). Además, se distingue como un “muy bonito relato, bien narrado, con sentimientos encontrados que se pueden percibir con la narración de la autora o autor” (Lupita Calles).
     La luz de mis ojos, firmado por ÁmbarMaría Guadalupe González Barrera (Naucalpan de Juárez, Estado de México)–. “Lo más valioso de este texto es que habla de la percepción del personaje ante su deficiencia  visual, algo que es difícil expresar. Buen texto autobiográfico” (Lupita Calles).
     Nuestro primer encuentro. El autor, Alberto Castrejón Reyes (Huitzuco, Gro.) –quien firma como El impetuoso literato–, hace gala –a juicio de Lupita Calles–, de "un gran valor y responsabilidad ante los hechos que se relatan". En la narración, no obstante, “hace falta respetar las formas literarias”, de acuerdo con David Thierry.
     Finalmente, hago mi mayor Reconocimiento a todos los autores de los textos que, sin resultar seleccionados como Ganadores o Menciones, han demostrado un gran valor al escribir episodios significativos de su existir, abriendo camino además, en este esfuerzo que realizamos juntos, bajo la convicción de que quizá haya alguien a quien le importe nuestra vida, para algo más que para hacerla pedazos...
     Con regocijo, igualmente les comparto que en el mes de noviembre, será publicado el primer número de la Revista “Escribir nuestra vida”, donde se compilarán además de los textos seleccionados como Ganadores o Menciones, cinco escritos más, que resultaron Finalistas:
     Chusco viaje a la famosísima laguna de Tuxpan / Autor: Lehi Axel Jaimes Castañeda (Iguala, Gro.) / Pseudónimo: El amigo eterno de la madrugada.
     Un sueño más / Autor: Lenin Andrés Delgado Gil (Iguala, Gro.) / Pseudónimo: Ángel caído.
     Los sacrificios de estudiar / Autora: Elia Zuleyma Román Luna (Teloloapan, Gro.) / Pseudónimo: Luna negra.
     ¿Y tú? ¿Quieres comerte al mundo? / Autora: Violeta Salgado Ocampo (Arcelia, Gro.) / Pseudónimo: Eli Visedi.
     El miedo / Autora: Cintia Michelli Bahena González (Taxco, Gro.) / Pseudónimo: La asombrosa noche oscura.
     La premiación y lectura de los escritos distinguidos como Ganadores y Menciones Honoríficas del Segundo Certamen de texto autobiográfico “Rosa Nissán”, tendrá lugar el 14 de octubre de 2011 en el Museo a la Bandera y Santuario a la Patria de la Ciudad de Iguala de la Independencia, Gro., bajo la organización del Centro de Actualización del Magisterio de Iguala, y los blogs "Escribir nuestra vida" "El ladrón de libros"La cita es a partir de las cinco de la tarde. ¡Porque la fiesta apenas empieza!

Carta a un poeta sin tiempo


Bajo la sombra de mi Cirián.
Cierto día de septiembre de un año cualquiera.

Mi muy admirado señor Rilke:
Tuve conocimiento de usted, a través de las afables exaltaciones que despierta su persona en mi maestra Ethel Krauze, colega suya a quien seguramente ha conocido al convocarle ella cuando abrió alguno de sus libros y, juntos, continuaron la charla con tequila o con café, borrachos ambos de letras y extasiados en el instante supremo en que tocados por un ángel, el escritor entró en el alma de la lectora, a través de su mirada.
     Me disculpo, sin embargo, si mi primer y tímido acercamiento a su genio creador, fue a través de unas cartas que usted escribió sin proponérselo –porque tienen un destinatario particular–, a generaciones enteras de nuevos escritores, y no por medio de saborear sus poemas que, para este instante, atraen acaso más mi interés, que si en primer lugar me hubiera acercado a ellos, en vez de husmear, como aquel personaje de Patricia Highsmith en Pájaros a punto de volar, en el buzón de otro para violar la privacidad de su correspondencia.
     Quedé prendado de usted y su mirada del mundo, conforme me adentré de su mano entre los clandestinos laberintos, de los secretos desvelados a otro que no soy yo, pero sentí serlo en muchos momentos donde incluso lo que usted le aconseja al joven poeta –por ejemplo, acerca de cómo enfrentar la tristeza–, me parece tan destinado a mí como el más personal de los mails o las frases de consuelo en el muro del Facebook, que me brindara algún amigo, cercano o distante, al conocer por mi decir las aflicciones que en estos días aciagos, no me dejan vivir tranquilo.
     Esa tristeza me llevó a coger con desgano aquel libro que me sugirió ella –Ethel, ¿quién más?– y, tras darle una vuelta y otra al asunto, leí por fin esas diez Cartas a un joven poeta, que de haber sido escritas para mí me habrían hecho declararme tan suyo, mi señor, como usted revela en alguna despedida que lo fue en sus afectos al novel escritor cuyas dudas disipó –estoy seguro de ello– con creces.
     Debo decir, honestamente, que hubo varios momentos durante mi lectura de aquellas misivas, en que sentí erizada la piel al parecer que usted leía mi mente cuando aborda con nitidez y pericia, cuestiones cruciales del oficio de escritor. Yo, mi señor, como usted aconseja a su pupilo –no precisamente en la hora más serena sino en la más bella, de muchas madrugadas–, con la frente perlada de sudor y la duda martilleándome la sien, me he preguntado si esto que siento por la literatura acaso es solamente un espejismo o si, por el contrario, en verdad obedece a mi sentido más genuino de estar en el mundo.
     Le confieso, que a veces preferiría no haber cobrado jamás cierta conciencia de la complejidad que implica el buen manejo de la palabra escrita, y continuar así creyendo que yo sabía escribir, como también pensé que sabía lo que deseaba hacer con los años restantes de mi vida, antes de mirar mi reflejo posible en ella –Ethel, ¡quién más!–, la mujer de cuya mano me fue robado el sueño y la tranquilidad, apenas entrar aquel fatídico día a la primera de sus clases, donde sembró en mí la semilla que creció con cada una de sus enseñanzas, hasta volverse un árbol frondoso que bebe mi agua de vida desde muy adentro de mi pecho, y me oprime, camina y me persigue, porque desde entonces no hago sino pensarme como aquel artista que todavía no puedo ser.
     Aconséjeme usted, Rilke, se lo suplico. Dígame cómo abrazo con mi aliento de vida a esta ilusión, armado rudimentariamente con un pobre puñado de palabras y un torrente de emociones, a los que no sé –como el escultor bien lo hace con el mármol–, arrancarle las hermosas formas que se adivinan tras la piedra, y que yacen todavía escondidas, sin permitirme desvelarlas…
     Explíqueme cómo enfrento mi temor, y que el árbol que de aquella semilla me ha brotado, pueda alimentarme con sus jugosos frutos todavía no logrados porque las flores que ocasionalmente da, se desprenden y caen desconsoladas sobre el suelo de mi rutinaria vida, donde hay poco lugar para el arte.
     A cambio de su consejo, generoso y sabio como lo fue para Kappus  –el hombre al que robé, desesperado, la intimidad de las cartas que usted escribió–, le prometo un sí definitivo a mi necesidad de escribir. Adiestre mi mano, déjeme ver a sus musas desnudas. Deseo que mi sentir se transforme en poema que respire a través de las hojas del árbol que me habita, y que está sediento, vivo y, pese a todo, floreciendo.

     Suyo,
     Este loco –y envejecido ya desde la plena juventud–, aspirante a literato.

lunes, 22 de agosto de 2011

La más exquisita de las revanchas


Hermes Castañeda Caudana

De mi madre, heredé el gusto por los animales. En mi niñez, me recuerdo siempre acompañado por perros y gatos, así como gallinas, patos, guajolotes, pericos, pichones y otras aves que, debido al conocimiento de propios y extraños acerca de mi afición, me eran obsequiadas.
     Cuando evoco escenas de mi mudanza a Iguala en la década de 1980, desde mi natal Gutiérrez Zamora, Veracruz, me miro con toda nitidez con mis pericos Pánfilo y Solovino, dentro de una caja de cartón sobre mis piernas, en la cabina de aquel camión donde asimismo, eran transportadas varias especies más de aves que viajaron conmigo cientos de kilómetros, dejando atrás nuestra historia en la casa donde viví mis primeros años y casi siempre fui tan feliz…
     En la ciudad de los tamarindos continué cultivando mi afición por la crianza de aves de corral, mismas que vivieron conmigo en varios lugares, en tanto hallábamos –mamá, papá, mi hermana, yo y mis animales– uno donde pudiéramos establecernos cómodamente y donde no se suscitaran percances que, otra vez, nos obligaran a cargar con nuestros ya deteriorados muebles, para cambiarnos nuevamente de casa.
     Así transcurrió también mi adolescencia y, en mi adultez, pese a vivir para ese tiempo ya en sitios adonde me era imposible tener todos los animales que hubiera deseado, al menos un perro o un gato fueron mis fieles compañeros de ratos buenos y malos que, junto a ellos, forjaron nuevos episodios de mi historia hasta hoy, en que Arles y Argos, mis adorados cachorros, colman de dicha cada uno de mis días.
     El convivir en todo momento con animales puede crear empatía si se mira en ellos a seres que, como los humanos, también experimentan sensaciones y sentimientos que hacen placentera –o terrible– su vida diaria. Y cuando uno llega a ser empático con su bienestar y necesidades, es motivo de enojo e indignación, el mirar que en muchos casos son objeto de terribles maltratos, o se hallan condenados a pasar los días cautivos, en sitios donde se les priva, además de la libertad, de las condiciones que ellos requieren para cumplir con sus necesidades más elementales y no ver reprimidos –tiránica e inhumanamente–, de golpe todos sus instintos.
     Por eso, al encontrarme con “Crímenes bestiales” de Patricia Highsmith entre los pasillos de una librería en la ciudad de Cuernavaca, y leer la sinopsis, me interesé por colocarme, de la mano de la autora, del lado de los animales y, desde el punto de vista de éstos, adentrarme en las historias prometidas, protagonizadas por elefantes, chivos, ratas, perros, gatos y otros ejemplares sui géneris, donde ellos toman venganza –¿o simplemente buscan la cara a la justicia?– ante amos maltratadores a quienes devuelven los golpes y cobran diversas infamias cometidas en su contra.
     Como Corista, elefanta que recuerda con nitidez la forma en que fue arrebatada con crueldad a su madre y advierte, con una agudeza sorprendente, su sometimiento a los arrebatos y caprichos de un amo abusador que, repentina e inesperadamente, se convierte en la presa. O Barón, que se ve obligado a cargar con Bubsy, hombre a quien no le importa sino su propio confort y, traspasado el límite de su irresponsable y cruel proceder hacia el animal, éste cobra a tan mezquino sujeto, los innumerables maltratos a que fue sometido, ¡de una vez y para siempre! Y la rata más valiente de Venecia, que logra sobreponerse a las mutilaciones que le infringen ciertos malvados mozalbetes que no sospechan que, en la rueda de la vida, también las ratas pueden contar con una segunda oportunidad para enfrentar a sus agresores de antaño.
     “¡Qué bestias tan peligrosas y perversas las de esas historias!” Exclamarán algunos. Sin embargo, cotidianamente se cometen tantas atrocidades hacia los animales que, a veces, habría que preguntarnos quién es la bestia.
     En “Crímenes bestiales”, Highsmith construye personajes animales provistos de una consciencia que quizá no esté tan alejada de la forma en que éstos perciben su relación con los humanos. A su vez, revela en los personajes humanos, la ambigüedad moral que hace que en ocasiones –pese a creernos justos y bondadosos–, actuemos en contra de seres que en desigualdad de fuerzas o de posibilidades de repeler el ataque, se vuelven indefensas víctimas. Pero cuidado: un día el maltrato puede revertirse ¡y azotar al abusador!
     Si le gustan los animales, el disfrute de esta obra le será pleno. Si no, tal vez le resulte interesante alinearse con ellos en este ejercicio imaginativo de Patricia Highsmith donde los crímenes más bestiales, son también la más exquisita de las revanchas.
     Mil gracias a Redes del sur por la oportunidad brindada al cobijar, permitir florecer y fructificar este esfuerzo iniciado en abril de 2010. Etapa, que hoy concluye para dar lugar con toda seguridad a otros comienzos igual de promisorios.
     Los invito a que caminen conmigo en esta nueva fase de “El ladrón de libros”, que en tanto halla una nueva casa en los medios impresos, en ustedes, estimadas lectoras y lectores, tiene su mejor lugar y la más grande gratificación.
     Escríbanme, los espero: el_ladron_de_libros@live.com.mx

miércoles, 3 de agosto de 2011

Lo que hacen mis libros


Hermes Castañeda Caudana
La lluvia amenaza con caer. A mis pies, descansan mis perros después de una tarde de juegos y gruñidos que parecían no tener fin. Como música de fondo, escucho un disco de guitarra barroca que me fascina. Extraño el aroma del incienso, pero hace varias semanas que no tengo varitas qué quemar. Frente a mí, el teclado de la computadora me reclama la escritura de un artículo que yace atorado en mis emociones y las palabras se quedan a medio camino entre mi corazón y mi mano derecha, la única con la que escribo. Siento como un vasito de lágrimas que amenaza con desbordarse, contenido en el pecho. No. Hoy no puedo escribir. Probablemente sólo se trate de algo pasajero, provocado por la escasez de horas de sueño y por la falta de sueños en mis horas de vigilia. O quizá, sea la melancolía a que invita mi soledad…
     Entonces los percibo. Están aquí, frente a mí. A un lado. Más allá. Respirando en medio del silencio de mi habitación. Detrás mío. En todas partes. Susurrando. Acompañándome. Los libros con los que he vivido tantas y tantas historias. Los que han alimentado mi imaginación y han sido culpables de algunas de mis ambiciones. Ellos, cada uno con su propia biografía. Todos, ejemplares insustituibles.
     Con mis libros me he alimentado, he reído con gozo y he llorado también, gozosamente. Han viajado conmigo y yo con ellos. Los he bebido y también me he desbordado entre sus páginas, cuando tras una frase brotan emociones contenidas y, sin más, puedo mirar ante mí con claridad eso que me afligía profundamente y, entonces, me siento mucho mejor.
     No sé cuánto les debo a mis libros, pero sí sé cuál es la naturaleza de mi deuda. Sin ellos no sería quien soy. Tal vez no escribiría ni habría tomado muchas de las decisiones que han traído mi vida hasta donde hoy me encuentro. En las tormentas del alma, mis libros han sido el lugar donde lamo mis heridas hasta que cicatrizan. En momentos buenos también han estado allí, como testigos de las pocas locuras que he cometido dejándome llevar por algunos impulsos y arrebatos, que siempre me redituaron en instantes de placer y alegría. No concibo mis días sin libros, cuando tantas veces han sido mis mejores compañeros de viaje a bordo de este tren que no se detiene.
     Los libros. Esos misteriosos seres de los que siempre hay tanto qué decir, que uno puede terminar escribiendo libros y libros… sobre los libros.
     No conozco una fuente mayor de consuelo ante la adversidad. Mis libros, mis amigos más preciados. Mis motivos y la materia prima de mi terca persistencia en aferrarme a lo inasible para sentirme vivo. Fuera de ellos, la vida no es vida. Mis libros me susurran cada día los senderos y el destino. Armado con ellos soy más fuerte. Con un libro entre mis manos tantas veces he sentido, algo muy parecido a mi idea de la más completa felicidad…
     Escríbanme: el_ladron_de_libros@live.com.mx

domingo, 24 de julio de 2011

¡¡¡Extra, extra, asesinato en “Angels Flight”!!!


Hermes Castañeda Caudana
– ¡No he leído un solo libro de Michael Connelly! –Me dije a manera de reproche, tras concluir la película “El defensor” –basada en uno de ellos– con Matthew McConaughey, que vi en el cine hace algunas semanas.
     ¡Qué coincidencia! Poco después me encontré ante una de sus novelas –calificada por la crítica como excelente y de ritmo impecable–, durante las generosas ofertas del mes de julio en un conocido supermercado de “Galerías Tamarindos” en Iguala, Guerrero.
     ¡Qué buena suerte! ¡Qué gran oportunidad! Por supuesto yo, que soy adicto a la compra de libros y a su lectura, no podía dejar de hacerme de un ejemplar.
     – “El vuelo del ángel” –leí en voz alta con mucho interés, el título de lo que prometía ser una buena obra del género detectivesco. En los siguientes días, me debatí entre éste y algunos libros más, que tenía a “medio leer”. Sin embargo, dedicados apenas algunos momentos libres a la lectura de la novela de Connelly, al poco tiempo advertí que ya rebasaba las ciento veinticinco páginas. Estaba enganchado. ¿Qué le iba a hacer? El libro había escogido al lector. 

    Todo comienza con un doble asesinato. Sucede a bordo del funicular conocido como “Angels Flight” en la ciudad de Los Ángeles, California. Catalina Pérez, una de las víctimas, al parecer solamente estaba en el lugar y momento equivocados. Pero Howard Elias… A él sí había quien deseaba matarlo. Con odio. Ello lo corroboraba la forma en que fue ultimado, con más que el único  objetivo de quitarle la vida. Quien le disparó ansiaba tomar revancha. Uno de los tiros, en el trasero de Elias, lo corroboraba. ¿El motivo? Se trataba ni más ni menos que del abogado que demandara una y otra vez al Departamento de Policía de los Ángeles, bajo argumentos de violencia y racismo contra su variopinta clientela –homicidas, violadores y otras linduras similares–. Por eso, el cuerpo policial completo habría estado dispuesto a eliminarlo. Pero, como sabemos, entre el desear y el hacer están los límites de eso a lo que llamamos “civilización”. Por tanto, la lista de sospechosos se reducía a quienes se probara una mayor posibilidad de haber rebasado esos límites. ¡Justo a unos días de la querella de Elias en defensa de Michael Harris!, sujeto hallado culpable del secuestro y asesinato de una pequeña, pero, para su mala – ¿o buena? – fortuna, torturado por algunos policías, en lo que se dio en denominar el caso “Black Warrior”, como la marca del lápiz con que dañaron irreversiblemente un oído del inculpado, al introducírselo con sadismo.
     Sin embargo, no todo es tan simple. Conforme transcurre la trama, se desvela la telaraña. Los hilos invisibles del poder y del dinero, amenazan con corromper el ejercicio de la ley.
     Harry Bosch y su equipo, pese a claros intentos de ser boicoteados por parte de sus propios superiores, descubren paulatinamente, cosas que darán drásticos giros a su investigación. Al parecer, ¡Michael Harris no es culpable! Es cierto, sus huellas se encontraban en el libro de la niña, pero, ¡él había lavado el coche de la madre de ésta –con el libro dentro– en la víspera del terrible secuestro y muerte de Stacey! ¿A quién se busca encubrir en realidad y hasta dónde llegan los tentáculos de la corrupción?
     Al mismo tiempo, en lo que respecta al doble asesinato perpetrado en "Angels Flight", ¡es urgente hallar pronto un culpable! ¿O basta con un chivo expiatorio? Después de todo, se trata principalmente de acallar a una muchedumbre enardecida de Los Ángeles, que amenaza con repetir los disturbios de 1992, porque Elias –el sagaz letrado afroamericano defensor de causas “justas” en contra del “Estado abusador”– era considerado una especie de héroe. ¡Eso sería terrible! ¡Hay que apresurarse a señalar a alguien! ¡Eso es…! ¡Un policía! ¡Así el pueblo verá que nadie está por encima de “la ley”! ¿Quién? ¡No importa! ¡Qué más da inculpar a quien sea con tal de que las máximas autoridades policiales salven su pellejo! ¿Le suena familiar, estimado lector o lectora?
     En “El vuelo del ángel”, Michael Connelly demuestra a través de una estupenda obra con múltiples nudos narrativos que ocasionan no dejar de leerla hasta el final, por qué ha sido galardonado con importantes premios a lo mejor de la novela negra. Si lo atrae el suspense y, en este verano, se halla en busca de buena literatura, tenga cuidado. Connelly lo puede, como a mí, inquietar por voluntad propia, en medio de la búsqueda del asesino y de la esperanza en la justicia que contrarresta la rabia del hartazgo, cuando no se cree más, ni en las propias instituciones que debieran ser baluarte de la honradez y la verdad. No simplemente, fabricantes de culpables.

     Continúa vigente mi invitación para que escriban su propia reseña autobiográfica, sobre su libro favorito de este verano. Los textos más creativos serán publicados en este espacio y, además, recibirán un libro como obsequio. ¿Aceptan el desafío? Los y las espero: el_ladron_de_libros@live.com.mx