viernes, 8 de julio de 2011

Ellos = Nosotros


Hermes Castañeda Caudana
Hace algunos años leí “Los ahogados”, una novela cuyo autor apenas recordaba debido al tiempo transcurrido y a que, después de aquella obra, no había leído alguna otra del mismo escritor. Sin embargo, mi destino cósmico me hizo posar los ojos, hace algunas semanas, en una portada donde aparece un hombre sobre el regazo de una bella mujer. Ambos se hallan sentados en una escalinata y, junto a la mano izquierda de él, está una botella de vino a la mitad y un vaso caído cuyo líquido se esparce. Los rostros de una y otro me comunicaron una profunda introspección. Ambas miradas están enfocadas hacia ninguna parte. Tal vez porque, tan sólo, hurgan en sus laberintos personales. Ello –me dije–, quizá los une y, asimismo, los separa.
     Una vez retirada la envoltura plástica, llevé a cabo mi ritual preferido: disfrutar el aroma suigéneris del papel. Después, reparé en la textura de las hojas, leí la solapa del libro y me dispuse a iniciar el primer capítulo. Al poco tiempo, advertí que ya conocía al autor: Richard Mason, quien publicó su opera prima, ¡antes de los veinte años! En “Nosotros”, conforme me adentré en la lectura, reconocí una perfecta construcción de los personajes, desde cuyas miradas se entreteje toda la trama y se desarrolla la novela. El tema, es el amor, la amistad y las oscuras pasiones que unen a cualquier grupo que comparte afectos, complicidades y secretos. Julian, Jake y Adrienne, coinciden en la Universidad de Oxford a finales de la década de 1980. Junto a Maggie, conforman un cuarteto cuyas historias se enmarañan y, enlazadas a las de otros personajes cruciales, como Benedict Chieveley –tirano por convicción–, perfilan a través de la peculiaridad de sus experiencias, el retrato de toda una generación en el contexto universitario inglés de hace veinte años. También, al dejarnos atrapar por la escritura de Mason –inteligente e impecable–, podemos viajar a nuestra propia época de estudiantes, porque en cualquier parte del mundo, en las escuelas existen marcados contrastes sociales –incluso en las instituciones educativas de élite–, así como ritos iniciáticos para ser aceptados entre pares, que representan mandatos ineludibles cuando la construcción de sí, depende de las miradas aprobatorias de los iguales.
     El punto culminante de la historia ocurre cuando en el “Ahora” –como le denomina Mason al último conjunto de voces alternadas de “Nosotros”–, tras pasar los años, Adrienne, Julian y Benedict, acuden a la invitación de Jake quien, convertido en artista de vanguardia, monta una exposición en Londres. Ello da la ocasión a los tres, para volver a experimentar con intensidad la influencia de Maggie en sus vidas –incluso a mucho tiempo de su muerte– y, para recordar a Chieveley, que el acosador y poderoso, puede convertirse en la presa. “Sabemos que fuiste tú”, dicen las letras formadas con sangre de cerdo, que se iluminan en el instante cumbre de la exposición y, Benedict, pasa de un temblor incontrolable a una risa estridente. Con esto se desenreda la madeja. Hace años, los otros tres –junto con Maggie, lo que a ésta costó la vida–, pretendieron inculpar a Chieveley de un crimen que él no había perpetrado. Sin embargo, sí había incurrido en la equivocación que llevó a los otros a vengarse: mostrarse como un sujeto odioso y dominante, sobre quien nunca pesó culpa alguna por humillar a los demás. Cuando todos vuelven a mirarse cara a cara, a cada uno persigue su pasado. Julian, en el ayer, no soportó el torrente de emociones que lo atormentaba tras la muerte de Maggie –su hermana–, y abandonó a su amante, Adrienne, quien decidió casarse con un hombre que la deslumbró, sin amor de por medio. Jake encontró en el arte y el alcohol, la manera de acallar el recuerdo imborrable de Maggie, la mujer que para él, lo era todo. Benedict se hizo detestar. Y lo consiguió.
     Ahora, Maggie se revela de nuevo omnipresente en las vidas de Jake, Julian y también de Adrienne, con quien la unió una complicidad absoluta. Incluso muerta, les siguió importando tanto a todos que, al final, se preguntan a una sola voz: ¿qué habría pensado ella de esto?
     Mason aporta con su pluma, un profundo conocimiento de la naturaleza humana y los matices en las relaciones de amor y odio. A través de su voz, da vida a personajes completamente creíbles en cuya configuración paulatina, se alcanza el clímax repetidas veces. En cada episodio, no sobra ni falta una sola palabra. Con cada uno de los sujetos orgánicos que él dibuja, el título de su novela implica también a sus lectores porque después de las primeras páginas, los personajes ya no son seres ajenos a uno ni, mucho menos, meras creaciones febriles de la mente de un escritor. Ya no son solamente ellos. Somos Nosotros.  
     Escríbanme: el_ladron_de_libros@live.com.mx

2 comentarios:

  1. Interesante comentario. No he leído el libro, sin embargo, esa misma impresión tengo durante la lectura de casi todos los libros que leo. Uno inmediatamente se identifica cuando menos con uno de los personajes y en muchas ocasiones otros personajes del libro los identifico con personas cercanas o conocidas. Siempre se mete uno en la trama de lo que lee. Siempre se encuentran similitudes en las circunstancias y características de los personajes. Viajamos durante la lectura hasta los ambientes descritos y nos sentimos parte de la trama.
    Excelente comentario.

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  2. Muchas gracias, Roberto. Coincido contigo. La literatura es maravillosa porque el tema de toda obra es, invariablemente, nuestra condición humana -como nos lo ha enseñado nuestra querida maestra, Ethel Krauze-.

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