viernes, 1 de julio de 2011

El Hospicio Cabañas habla; Rubén, escribe sus dictados


Hermes Castañeda Caudana
– Aquí finaliza el recorrido –escuchamos decir a Rubén, tras fascinarnos durante un par de horas a un grupo de visitantes de Guerrero, Jalisco y Puerto Rico, durante nuestra visita al edificio colonial más grande del continente americano: el Hospicio Cabañas, en la bella perla tapatía.
     – Si lo desean –agregó con la permanente sonrisa dibujada en su rostro, que nos obsequió a través de todo el recorrido– pueden leer las historias que les he compartido durante su visita, así como otras más, en mi libro “Si el Hospicio Cabañas hablara”, de venta en la librería de este mismo lugar.
     De inmediato, ante esa invitación, varios de los integrantes de aquel grupo nos dirigimos a los estantes colmados de diversas obras literarias, entre las que distinguimos el libro hacia el que se dirigía nuestro interés. Con esto, se confirmaba la sospecha de algunos de los visitantes, quienes tras los primeros relatos compartidos por Rubén, nos habíamos preguntado: – ¿No será que, además de experto en la historia del Hospicio, él también es escritor?
     En efecto, en 2004, Rubén Rodríguez Corona, licenciado en turismo por la Universidad de Guadalajara, publicó su opera prima tras participar de diversas maneras en la vida cultural de su estado natal, Jalisco. Ahí, él rescata del olvido la memoria aún viva de este magnífico recinto adonde hoy trabaja como guía, denominado también Instituto Cultural Cabañas, en honor al fundador del lugar: el Señor Don Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo, obispo de la diócesis tapatía, a finales del siglo XVIII.
     Gracias a la pluma de Rubén y a los dibujos de Francisco Espinoza Cervantes, las páginas de “Si el Hospicio Cabañas hablara” completan el recorrido iniciado entre las capillas, patios y corredores de uno de los edificios más bellos e importantes del mundo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en 1997. Sin embargo, esta nueva exploración tiene otros matices, de imaginación y fantasía. ¡Qué audacia, Rubén, al conducirnos así por los recovecos del pasado! De la mano de los niños, niñas y jóvenes que albergó el Hospicio, quienes entretejieron tantas historias en el día a día, que impregnaron el lugar de energía vital, risas, voces y apariciones que no se difuminan ni ante la vista de una multitud, como cuando Julián representó su travieso papel de diablillo en la pastorela, incluso después de marcharse del mundo de los vivos. A través de tu narrativa, sencilla y que atrapa, los amantes de los cuentos y leyendas nos dejamos conducir por tu voz hasta el taller de las muñecas para jugar con Rosita, en las noches que en el actual Museo de Sitio continúa oyéndose su alegre conversación con las amigas de trapo, a quienes se niega a dejar solas pese al mucho tiempo transcurrido.
     Los pequeños dejados a las puertas del Hospicio y recibidos con los alegres ladridos de Coronel, continúan habitándolo para llamar a misa, tirar con precisión de tino sus resorteras y alimentar a las mansas palomas que, como Rubén, son también mensajeras de los episodios que sigue contando a sus visitantes, el edificio que acogió y permitió surgir tantas historias que, mientras haya quien las recuerde, seguirán vivas.
     Por eso, el libro de mi amigo, escritor jalisciense que sabe de la importancia de recuperar la tradición oral por medio de la tinta y el papel, es además de un libro con valor literario, un testimonio de la vida a través de más de dos siglos, que entra y sale como un río que fluye, de adentro hacia afuera y del presente al pasado, a la sombra de los toronjos y con la atmósfera adornada por el canto de las aves y el aleteo de palomas, en el Hospicio Cabañas que, cuando habla al oído de Rubén, le dicta nuevas historias de uno y otro lado de los límites de la existencia humana, que nos preñan de gozo, placer y evocaciones, y hacen latir con vigor, acompasadamente, el corazón mismo de la joya de Occidente, la majestuosa Guadalajara.
     Muchas felicidades a Lupita Calles Salazar, ganadora del Desafío de escritura convocado la semana anterior en este espacio, cuyo texto se publica hoy en “Escribir nuestra vida”. El ejemplar prometido de “Marley y yo” de John Grogan, ya tiene dueña. Igualmente, hay una merecida recompensa para Beto y Viviana Castrejón Reyes, por responder con tanta calidad narrativa al mismo Desafío.
     Escríbanme, como siempre, recibo con gusto sus comentarios: el_ladron_de_libros@live.com.mx

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