miércoles, 3 de agosto de 2011

Lo que hacen mis libros


Hermes Castañeda Caudana
La lluvia amenaza con caer. A mis pies, descansan mis perros después de una tarde de juegos y gruñidos que parecían no tener fin. Como música de fondo, escucho un disco de guitarra barroca que me fascina. Extraño el aroma del incienso, pero hace varias semanas que no tengo varitas qué quemar. Frente a mí, el teclado de la computadora me reclama la escritura de un artículo que yace atorado en mis emociones y las palabras se quedan a medio camino entre mi corazón y mi mano derecha, la única con la que escribo. Siento como un vasito de lágrimas que amenaza con desbordarse, contenido en el pecho. No. Hoy no puedo escribir. Probablemente sólo se trate de algo pasajero, provocado por la escasez de horas de sueño y por la falta de sueños en mis horas de vigilia. O quizá, sea la melancolía a que invita mi soledad…
     Entonces los percibo. Están aquí, frente a mí. A un lado. Más allá. Respirando en medio del silencio de mi habitación. Detrás mío. En todas partes. Susurrando. Acompañándome. Los libros con los que he vivido tantas y tantas historias. Los que han alimentado mi imaginación y han sido culpables de algunas de mis ambiciones. Ellos, cada uno con su propia biografía. Todos, ejemplares insustituibles.
     Con mis libros me he alimentado, he reído con gozo y he llorado también, gozosamente. Han viajado conmigo y yo con ellos. Los he bebido y también me he desbordado entre sus páginas, cuando tras una frase brotan emociones contenidas y, sin más, puedo mirar ante mí con claridad eso que me afligía profundamente y, entonces, me siento mucho mejor.
     No sé cuánto les debo a mis libros, pero sí sé cuál es la naturaleza de mi deuda. Sin ellos no sería quien soy. Tal vez no escribiría ni habría tomado muchas de las decisiones que han traído mi vida hasta donde hoy me encuentro. En las tormentas del alma, mis libros han sido el lugar donde lamo mis heridas hasta que cicatrizan. En momentos buenos también han estado allí, como testigos de las pocas locuras que he cometido dejándome llevar por algunos impulsos y arrebatos, que siempre me redituaron en instantes de placer y alegría. No concibo mis días sin libros, cuando tantas veces han sido mis mejores compañeros de viaje a bordo de este tren que no se detiene.
     Los libros. Esos misteriosos seres de los que siempre hay tanto qué decir, que uno puede terminar escribiendo libros y libros… sobre los libros.
     No conozco una fuente mayor de consuelo ante la adversidad. Mis libros, mis amigos más preciados. Mis motivos y la materia prima de mi terca persistencia en aferrarme a lo inasible para sentirme vivo. Fuera de ellos, la vida no es vida. Mis libros me susurran cada día los senderos y el destino. Armado con ellos soy más fuerte. Con un libro entre mis manos tantas veces he sentido, algo muy parecido a mi idea de la más completa felicidad…
     Escríbanme: el_ladron_de_libros@live.com.mx

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