Les obsequio el escrito que leí y dediqué con mucho cariño, mi aprecio y reconocimiento, a la poeta Mar Arzate, durante la presentación de su primer libro: Torbellino de pasiones. Este importante acontecimiento tuvo lugar en el marco del 2° Festival Guerrerense de la Lectura.
Maricela
Arzate, amante del amor.
Tu torbellino
se parece al de este loco que te habla. Tus pasiones y las mías se reconocen.
Se tocan. Se besan. Se amalgaman. Tus noches multiorgásmicas, alumbradas por
Selene, invocan mis nocturnos paraísos perdidos. Tu deseo de ser cobijada bajo
unas alas cálidas y protectoras me devuelve en el espejo del arte literario, mi
propia vulnerabilidad. Y la oscuridad en que dejaste olvidada a tu musa a falta
de amor, por un tiempo, confirma la idea de Rilke en Cartas a un joven poeta, de que sólo una vida rica en experiencias,
llena de tinta la pluma del escritor y permite que su sensibilidad y su técnica
fructifiquen.
Me
sentí en tus versos, Mar, uno a uno, y me sorprendí de vez en vez, por haber
pensado ya lo que escribiste; sin atinar, como tú lo lograste, a convertir en
algo hermoso los atisbos de tristeza, añoranza, nostalgia, decepción o
sufrimiento, que son parte de la vida de cualquiera y, para el artista, el
barro en que da forma a la belleza de sus letras; materia al fin ideal de
inspiración.
¿Cuánto
has vivido, Mar, para escribir así? ¿Cuántos susurros y gemidos hacen falta
para decir que las ausencias fisuran el corazón y que el amante intruso
pernocta en una esquina de los ojos? ¿Cuántas vidas en una sola te hacen falta
para ser tantas mujeres y siempre ser una; enamorada, desbordada de pasión, devastada,
consejera y plena de esperanza, junto a las vidas que con la tuya se
intersectan y te dejan, tras la dicha del encuentro; más sentido, luz, tristeza,
sexo y alegría; que te vuelven más mujer, más tú, más ella, más yo, más cada
uno de los seres que en tus letras, nos miramos transportados de la lucidez de
tu mente a la bendita irracionalidad y desenfreno de tu terco corazón?
En
cada uno de tus poemas, mujer, fui tu cómplice por gustarme el sonido de tu voz
entintada al tocarme las cuerdas del alma, y agradarme también, la sensación extraña y suigéneris
de sentir erizárseme la piel, deliciosamente, al leerte vestida de arte en los
versos que hiciste nacer de tus vivencias, tu pericia, tu saber y tu poder de
persuasión.
No
me hace falta saber quién provocó en tu vientre, al compás de atrevido galope,
la erupción de tu libido hasta la cumbre del placer. No. Ni si una o fueron
todas las muchachas de ojos tibios con deseos de muerte, las que tornaron tu
mirada esperanzada de advertir en la vida de cualquier mujer dolida, un
desafío.
¿De
quién eres la voz, Maricela, en tu canto de poeta?
¿Cuánto
río de vida bebiste hasta girar en remolinos multicolores tus ausencias,
desenfrenos, inocencias y despechos? ¿Eres tú quien vive allí, tras esa puerta
que me muestras en tus versos? ¿O vivo yo, que igual he amado y me embeleso en
los reencuentros, los rencores y la dicha de mirar en ti el poder magnificado…?
De curarse las heridas, de atrapar en el instante en que pariste cada verso, el
universo contenido en las palabras con que das al fin la forma, a tu vida en un
poema, en cada uno y todos, que son tú, él, yo, nosotros. Elevados hasta el
cielo en espirales. En torbellino de pasiones.
Felicidades,
Mar, por atreverte a crear y reconocer en ti a la artista, a la escritora. Como
hacedora de arte afirmas tu condición humana. Haces posible el lenguaje. Lo
tejes en filigranas y lo devuelves al mundo; enjuagado, oloroso y
resplandeciente, para beberlo como leche y miel.
Recuperas
en tu valor, el derecho de cada uno a la palabra y asestas, en cada jornada
dedicada al oficio de escritora, un revés a la ignominia, a la conformidad que
nos encierra en la normalidad tediosa, y a la negación de reconocer en cada ser
humano al artista.
Me
deja complacido tu obra, Mar. Hace falta ahora que me obsequies, desde adentro
del cofre de tus misteriosos tesoros, los secretos de tu hacer creador.
¿Cómo
escribes, Maricela?, quiero saber.
¿Cuáles
manantiales confluyen en el oasis del que abrevas para convertirte en domadora
de palabras?
¿Quién
te enseñó a escribir, quién fue tu maestro, cómo sabes los secretos de la
creación literaria?
Con
tus respuestas, mujer, página viva de talento, harás llover el cielo de los
escritores para que bebamos de tu experiencia, como se bebe el café caliente, el
ron, el whisky, el mezcal y las enseñanzas que cambian la vida, para bien.
Con
tu poemario, avivas el alma del hacer humano, posibilitas la cultura. Confirmas
en tu labor creativa la tesis de Heidegger, porque te devuelves a ti misma
distinta, instaurada en el mundo por completo; más tú, más consciente de tu
poder de hacer metáforas de todo: ¡eres poeta!
Tu
presencia en el mundo de las letras, amiga, cierra fisuras. Déjame caminar
contigo para que codo a codo junto a los escritores en Guerrero, seamos mucho
más que la suma de los que aquí y allá, como la décima musa hizo un día, nos
volvemos amigos de las palabras.
Cada
vez más creadores con el arte a flor de piel, se empoderan y dejan huella de su
palabra en el mundo; en los libros, los blogs, las revistas y en las breverías
de las redes sociales. Hace falta, cada vez más, que como migas de pan reguemos
las pistas que nos llevaron hasta el destino, tan anhelado por todo creador
literario, que es el de la obra conclusa, gestada y lista para ser parida, para
ver la luz de la publicación.
Hay
que hacer nuestro camino y seguir a la cima con otros; acompañarnos por tramos,
inspirarnos mutuamente y ayudarnos.
Que
tu obra hoy, Mar, tan esperada y que por fin podemos tocar, leer y degustar en
las cálidas noches de la tierra caliente y en medio del frío de la montaña,
además de hacer que nuestra vida sea un poco mejor porque nos alimentas con belleza
en cada verso, acreciente en otros –como los jóvenes creadores que hoy nos
escuchan–, la confianza en que, muy pronto, su decir detenido en los cuadernos
o en las biografías de las redes sociales, huelan a tinta y al papel de los
libros nuevecitos.
Que
tu pasión por escribir y el torbellino de confianza en tu esencia como artista
que te trajeron hasta aquí, Mar, enamoren a tus lectores y a quienes sabemos
que tu ser es como el nuestro, para seguir buscando analogías de los amores y
los instantes de vida, en el decir poético que vive en cada ser humano, desde
los orígenes mismos del lenguaje.
Te aplaudo, Mar, y te celebro por ejercer un don natural que a todos nos
ha sido dado, pero que tú volviste consciente. Bravo. Desmantelaste el mito del
talento. Aprendiste a ser artista y es ahora, cuando sabes que nadie es elegido
por los dioses para hacer literatura. Que la musa, si sabes invocarla, si te
atreves a mirarla en su completa desnudez, te arrastra con ella sin remedio o
salvación; a espirales ascendentes de letras y emoción, que te elevan hasta
tocar el cielo en que estallan juntas, como en clímax prometido, las luces y
sombras de los seres humanos convertidas en arte: en Torbellino… de pasiones.