viernes, 29 de abril de 2011

¡Todos a la librería!


Hermes Castañeda Caudana
Mi sobrino Axel tenía siete años cuando visitó por primera vez una librería. Estábamos en la bella Mérida y, con fascinación, eligió acompañado de Marisol, su primer libro. Todavía recuerdo su rostro iluminado ante tal proeza. Aquel acontecimiento tuvo el carácter de un rito iniciático, del que todos en la niñez deberíamos participar.
     Yo no tuve una experiencia similar en mi infancia. En la ciudad donde crecí no había una sola librería y no fue sino hasta mi adultez, que conocí una. De inmediato quedé extasiado. La experiencia de caminar entre estantes repletos de libros no tiene parangón. Las librerías son lugares misteriosos y mágicos, plenos de secretos por descubrir. Sin embargo, para que un niño se emocione ante la aventura de visitar una librería, debe ser inspirado por adultos que reconocen en las obras que ahí se encuentran, tesoros de sabiduría y alimento para la imaginación.
     Con gran entusiasmo, de niños todos ahorramos alguna vez, un centavo sobre otro, para comprarnos algún juguete del que nos habíamos prendado sin remedio. ¿Podríamos inculcar por igual el amor de los niños hacia los libros hasta el punto de esmerarse en el afán de correr hasta una librería y adquirir aquel ejemplar largamente anhelado? Pienso que sí, es posible; para ello, hace falta construir una cultura distinta, donde los libros sean tan necesarios como el pan, que se degusten como el alimento diario y no sean mirados tristemente como raras excentricidades de algún extraño sujeto que crece como rosa en el desierto, llamado lector.
     Tengo muchos libros, no obstante, de cada uno recuerdo el lugar donde nuestras miradas se cruzaron, y nos enamoramos para no separarnos más. Una librería puede ser un lugar a donde se acuda triste o alegre, melancólico o decepcionado. Entre sus pasillos lo mismo puede festejarse a la vida, que buscarse respuestas a nuestras dudas más angustiantes. Comprar un libro es un acto de arrojo y resistencia en una sociedad hiperviolenta, en la que urgen como antídoto para el desaliento, miles de lectores con brillo de inteligencia en la mirada.
     Este día del niño, pequeños y adultos vayamos juntos a una librería. No hay pretexto para no hacerlo. Un buen libro nunca es demasiado caro, porque nos nutre como el más delicioso platillo gourmet. Si no hay una librería en su localidad, naveguen en una a través de la red, ¡atrévanse! No obstante, en cuanto sea posible visiten alguna. No hay comparación en la experiencia de oler, mirar, tocar, comentar y escuchar con alegría los hallazgos entre aquellos estantes, de un libro que nos promete al oído, un encuentro afortunado.
     Como el más grande tesoro, cada niño puede empezar a formar su propia biblioteca, de la mano de un adulto lector. No se trata de obligar a los pequeños a leer, sino de inspirar en ellos el aprecio por los libros y lo que pueden hallar entre sus páginas.
     Tras cada lectura renacemos distintos, vivificados. Esa es, como lo dice Ángeles Mastretta, la recompensa del escritor: pensar con otros, vivir con otros, soñar con otros. Con el aroma de los libros golpeando nuestros sentidos al entrar a cada casa, sabremos sin duda que en este país todavía hay esperanza.
     Este día tengo cinco obsequios para ti, pequeño lector o lectora que disfrutas los cuentos infantiles, cortesía de la Librería EDUCAL sucursal Taxco de Alarcón, Guerrero, dirigida por mis amigos Ana Leticia Ocampo Cuéllar e Iván Emmanuel Mejía Peralta, donde encontrarás las mejores novedades editoriales y la posibilidad de conseguir el libro que buscas, a través de la red de librerías EDUCAL de todo el país. Únicamente tienes que escribir o dibujar cómo fue o cómo te imaginas que sería tu primera experiencia en una librería y hacerme llegar tu trabajo a: el_ladron_de_libros@live.com.mx a más tardar el jueves 5 de mayo. ¿Sencillo? ¡Te espero! Reciban mis mejores felicitaciones, todos y todas, quienes por alguna razón hoy celebran a la niñez.

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