lunes, 25 de abril de 2011

Toc, toc, toc...


19 de febrero de 2011
Imagine usted una ola de calor en la ciudad donde vive –en el caso de Iguala, ahórrese el ejercicio–. A ello, agregue que un buen día no pueda desconectar sus aparatos eléctricos ni apagar la luz. Si lo intenta, sufrirá una descarga, ¡cuidado! Esto no es tan grave, tal vez me dirá. Esa situación no tardaría demasiado, quizá se encuentra usted pensando en este instante. Pero, ¿si también se difundiera la noticia de que los muertos están resucitando? ¿Y qué tal, si además de hacerlo los cadáveres de la morgue, empezaran a volverse seres animados, los solitarios habitantes de los panteones?
     ¿Creyó usted que lo dicho era todo? No es así. Demos un paso más. El decisivo. Añada usted, la consecuencia lógica de la reanimación de los muertos: ellos quieren volver a casa.
     En Estocolmo ocurrió lo anterior. ¿El culpable? John Ajvide Lindqvist. Nuevamente este escritor, reconocido por la Academia Sueca como uno de los mejores de su tiempo, sorprende a propios y extraños –antes lo hizo con “Déjame entrar”, novela de gran éxito mundial, llevada al cine–. Incluso, a quienes como yo, no somos fanáticos del género de terror. Sin embargo, “Descansa en paz”, provoca disfrute por la excelencia en su escritura. Sencillamente.
     La trama es peligrosa. En su mente, estimado lector o lectora, las imágenes de cada episodio pueden desdibujar la frontera entre ficción y verdad, y acosarle aún en sus sueños. A mí me sucedió. Repentinamente, me descubrí formulando posibilidades inauditas. Reviví a mis muertos y me pregunté qué sucedería si…
     Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. La fisiología no es amiga de lo insólito. Los muertos no regresan incorruptos. Son cadáveres vivientes, putrefactos e incompletos: la naturaleza no les ha salvado de la descomposición. Tampoco hablan, a excepción de algunos como Eva, que ve sin ojos y expresa que desea “quedarse donde está”. ¿Le recuerda en algo a “El extraño caso del señor Valdemar” de Edgar Allan Poe? A mí también. No obstante, en la novela de Lindqvist, los cuerpos no han sido detenidos bajo ningún trance hipnótico en el umbral que separa vida y muerte. Los redivivos suecos –como se les llama, diplomáticamente–, cesaron toda función vital antes de su resucitación, por periodos de tiempo disímiles entre uno y otro: horas e incluso meses. Por ello, los seres que regresan lucen tan diferentes. ¿Son todavía los que se fueron?
     Algunas personas corren a los panteones… y no pueden resistirse si escuchan arañazos ahí abajo, o perciben los movimientos de “alguien” que intenta salir. Otros, reciben con desconcierto a los que vuelven. Las miradas no dan crédito. El corazón no duda. Por eso, “ellos” atraviesan los otros umbrales, los de las habitaciones de sus antiguas casas, y puede ser que comiencen a revisar y ordenar documentos, mecánicamente, o quizá, sólo deseen reposar al saberse privados del otro descanso, el eterno.
     Aproxímese usted a las páginas de este libro, con escepticismo o complicidad irrestricta con el autor, para ingresar a su universo febril e inquietante. Déjese conducir. Paladeé cada línea. Después conversamos…
     “Descansa en paz”, novela ideal para lectoras y lectores trasnochados, amén de amantes de la buena literatura. Escríbanme, recibo con agrado sus comentarios y sugerencias: el_ladron_de_libros@live.com.mx

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