lunes, 25 de abril de 2011

¿Qué guarda nuestro corazón?


5 de febrero de 2011
Mi apacibilidad oculta un instinto asesino. He dejado tras de mí algunos maltrechos cadáveres. Esparcidos aquí y allá, en la carretera de mi biografía. Asesinados con odio irrefrenable. Aniquilados como venganza por mi dignidad mancillada. Cuerpos fríos e inertes, reposan en improvisadas fosas de mi imaginación. Como tú, soy luz y sombra. Reconozco la dualidad en mí. ¿Adviertes la tuya?
     Las líneas anteriores, serían parte de mi correspondencia con “El Asesino de la Autopista” –o Gabriel, como se hace llamar, cual arcángel del Señor, a quien dice servir–. Si fuera a mí y no a Frank Clevenger, famoso psiquiatra forense, a quien Jonah Wrens –como en realidad se llama el fascinante criminal–, hubiese elegido como terapeuta. Las dos últimas oraciones de mi breve misiva, le habrían hecho sudar copiosamente y ocasionado un dolor agudo en la mandíbula. Quizá, incluso sus piernas se habrían paralizado, como una rabiosa reacción a mi atrevimiento. Porque Jonah no se concibe entero, sino como dos seres en uno. El bueno y el malo. Cómo no ha de ser así, si de esta manera somos educados. Esto se nos hace creer. Finalmente, todos vivimos engañados. En realidad somos dicotómicos: crueldad y bondad a la vez. O usted, apreciable lector, ¿ha experimentado en su devenir, exclusivamente sentimientos de pureza y afabilidad?
     Ese reconocimiento en sí mismo por parte del psicópata, será la misión de Clevenger. ¿Lo conseguirá?
     En el camino, se trazarán los perfiles de unos y otros. Persecutores y asesino. Víctimas y verdugo. La estrategia de Jonah es eficaz. Él también es psiquiatra. Sin embargo no es uno más, sino el mejor. Ello, aunado a su personalidad seductora, le facilita acercarse a los demás. Demasiado. En las características de ellos no hay un patrón. Lo que comparten, es una historia de sufrimiento qué contar y, ¿quién no tiene una? No obstante, lo crucial para el Asesino de la Autopista es la honestidad, tanto como el mostrarse sin vaguedades ni reservas. Ambas condiciones son sine qua non… si coincides con él en tu próximo viaje y deseas salvar tu vida. Él, desde la infancia aprendió a disociar el bien y el mal, para no reconocer en un mismo ser ambas potencias. Por ello, se figura un padre inexistente y reviste de bondad a su madre, perversa y desquiciada. En su trayecto de sangre, no deja cosas al azar. Elige a Clevenger –y no a mí– como terapeuta, porque en él se mira a sí mismo. Después de todo, aquel detective resolvió el llamado “crimen de la década” y adoptó además a Billy Bishop, un chico con problemas emocionales, principal sospechoso del cruento infanticidio al seno de su propia familia, desintegrada después de aquel suceso. Como Wrens, Clevenger lucha por renacer de una infancia devastadora. Su infierno personal. La diferencia, es que Frank caza asesinos. Jonah, en cambio, aniquila a quienes no le entregan su ser, por medio de las íntimas confesiones que él invariablemente espera. En esto, también es similar a muchos de nosotros, porque, ¿quién no ha deseado que el otro se desnude ante nuestra mirada, al revelar su esencia sin ambages?
     A diferencia del personaje creado magistralmente por Keith Ablow, en su inquietante novela “Psicópata”, quizá convenga aprender a mirarnos completos, libres de líneas divisorias o disociaciones. Tiernos e inocentes, pero a la vez desalmados y maliciosos. Magnánimos y mezquinos. Castos e impuros. Honestos y embusteros… ¿O acaso no albergamos todo en un mismo corazón?
     Espero sus opiniones, escríbanme: el_ladron_de_libros@live.com.mx

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