lunes, 25 de abril de 2011

Millennium I


6 de noviembre de 2010
La primera oportunidad que tuve para comprar un ejemplar de “Los hombres que no amaban a las mujeres”, la dejé pasar ante la incertidumbre de poder pagar o no, una nueva cantidad sumada a la cuota mensual a saldar en mi tarjeta de crédito, fiel amiga en la aventura de vivir de la ilusión plástica, en una época donde a pesar de mi obligada austeridad financiera, me resisto a que comprar un libro, sea un lujo que no pueda permitirme. 
     La segunda, sin embargo, fue la vencida, y para compensar la satisfacción postergada de mi ferviente deseo de leer a Stieg Larsson, en lugar de adquirir nada más el ejemplar del título anhelado me hice de toda la serie Millennium, dispuesto a redituar con horas de entregada lectura, los pesos que dejaría de gastar en otras cosas, lo que sinceramente tampoco me era lamentable.
     Así, tras el planteamiento inicial de la novela, en que la voz del narrador nos entera de la desaparición de Harriet Vanger treinta y seis años atrás en una isla sueca propiedad de su familia, tan poderosa como oscura, y la obsesión de su tío Henrik por resolver el misterio que envuelve tal hecho, la trama continúa entretejiéndose cuando Mikael Blomkvist, periodista de investigación y socio de la revista Millennium, acepta la extraña encomienda del viejo Henrik, de resolver el enigma en torno a la súbita desaparición de su sobrina y la desquiciante forma que ello tomó, cuando tras no saberse nada más de su suerte, el patriarca de los Vanger continuaba recibiendo puntualmente su acostumbrado regalo favorito de cumpleaños, otrora detalle inconfundible de parte de Harriet: esas flores secas enmarcadas, colgadas en la pared de su estudio, confundidas aquellas obsequiadas de hecho por la joven, con esas otras de procedencia desconocida.
     Blomkvist se muda a la isla donde tuvo lugar el suceso cuyas consecuencias debe investigar, incluso en medio de cierta querella legal en que está involucrado, que tampoco es ajena, como se corrobora más adelante, a los intereses del propio Henrik Vanger. Sin embargo, para saber que es de fiar, antes de ser requerido, Mikael ha sido exhaustivamente investigado, él, sabueso de la noticia, audaz hombre de acción, ni más ni menos que por Lisbeth Salander, investigadora privada que rompe estereotipos de lo femenino y encarna a una mujer inteligente dueña de sí, sin mayores compromisos que los establecidos hacia ella misma y sus convicciones, forjadas con el sabor de la soledad y la crudeza de sus circunstancias. 
     La desaparición de Harriet, juntos lo dilucidarán, quizá se trate de algo más que de una conspiración familiar ante el peligro de ser desbancados en las sucesiones de poder, por una integrante joven y pujante, en un contexto de odio soterrado no solamente hacia ella, sino hacia “ellas”, que al fin de cuentas, como argumenta un personaje crucial de la obra cuya identidad usted mismo debe descubrir: “…desaparecen siempre. Nadie las echa de menos. Inmigrantes. Putas…”. Cosas dichas, ¿por alguien enloquecido, o simplemente por uno más de esos cabrones, como apunta Salander, que siempre han odiado a las mujeres?
     En este mes de festejos, hago a ustedes la invitación, además de buenas lecturas, para escribir. Un texto de no más de las acostumbradas 600 palabras, sobre el tema “La Revolución Mexicana. Herencia y significados”. Para los más apasionados y sagaces escritores, una recompensa. Háganme llegar sus obras, antes del día 16 a: el_ladron_de_libros@live.com.mx

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