lunes, 25 de abril de 2011

Mi Manifiesto


18 de septiembre de 2010
Hace algunos días, fui invitado a elegir aquello que podría sepultar bajo tierra durante cincuenta años, para ser resucitado después de ese tiempo de entre los muertos, donde para entonces, tal vez me encuentre yo también, a diferencia de estas líneas, sin la esperanza de una segunda oportunidad.
     Hurgué entre las cosas que podía decir en el texto que habría de enterrar, porque a mí que aspiro a ser escritor no se me ocurrió más nada, que legar una parte de lo que en estos días más amo, a quienes me honren con su atenta lectura tras cumplir la promesa hoy dicha, de rescatar de lo subterráneo el legado que unas y otros, decidamos dejar para las generaciones futuras.
     De mi vida, que está a medio camino de lo que deseo que ésta sea, es que elegí heredar un retrato desnudo, porque no puedo sino darme, puesto que no poseo nada más valioso para ofrecer que un trozo de mi historia, ello, será mi herencia para quienes sinceramente espero, sean medio siglo después de este instante que me tocó vivir, mejores seres humanos de lo que nosotros llegamos a ser.
     De mis aciertos y tropiezos por el mundo aprendí, en primer lugar, que andar con miedo es vivir a medias; muchas veces evité riesgos anticipando funestos resultados, que nunca supe si habrían sido, por lo contario, los que en realidad deseaba, porque el temor me paralizó durante mucho tiempo y me convirtió en espectador de mi propia vida, limitándome a mirar cómo transcurrían los días y los años, sin atreverme a desafiar en muchas cosas lo que asumía que se esperaba de mí, ni decidirme a cambiar, por evitar que otros fuesen lastimados o resultaran decepcionados, prolongando por ello circunstancias en las que ya no deseaba vivir, con las que quería terminar, pero en las que permanecí una y otra vez, más allá de lo que debía.
     Por no poseer certeza sobre si los efectos de mis palabras me serían convenientes, me acostumbré a callar; pensando tantas veces que lo esperado eran mis silencios, callé frente a los seres que más amé y ante quienes quizá me odiaron; no sabía cómo sopesar desde mi propia individualidad lo que me era favorable decir o no, tanto me aleccioné para cumplir con un sentido común no requerido, que me volví por ello discreto, callado… desapercibido; con inconformidades y desacuerdos guardados en el alma, condenados al calabozo de la censura.
     Sin embargo, un día decidí ser distinto, ¡debía ser valiente!, incluso si con ello reabría heridas o precisaba andar caminos inciertos y peligrosos, ¡decidí no cejar ante el riesgo de ser más honesto con mi persona, de colocar mi voz en el mundo!
     Para iniciar, dejé de postergar proyectos de años atrás; publiqué varios libros antes de completar mis cuatro décadas; más adelante me convertí en antropólogo, escritor y explorador de sentidos de vida, y pude compaginar mis grandes pasiones, sin extraviarme en la rutina que siempre odié, ni en la ocupación perenne en asuntos a los que no hallaba sentido, pero que soportaba debido a la esperanza de una estabilidad laboral y económica que me permitiera, superado esto, dedicarme a lo que en realidad me entusiasmaba.
     Por fin me atreví a romper con lazos que tiraban de mí hacia la amargura e insatisfacción, de no sentirme amado, como siempre deseé que me amaran. Recuperé el territorio de mi cuerpo y terminé con mis conflictos de siempre, sembrados en el alma a través de la carne, que tanto tiempo me impidieron ser feliz.
     Me planté de frente a los fantasmas de mi niñez y juventud y pude así aminorar mis culpas, escupí a la cara a quienes lo merecían y dejé de agachar la mirada ante los más poderosos.
     Recuperé la rebeldía que un día tuve y empecé a ser más leal a mi dignidad; dejé de vivir con miedo a todo, acrecenté mis vicios, me desacralicé y así aprendí a guardarme los secretos necesarios, para tener qué contar en los libros que escribí.
     Éste fui… lo digo con la seguridad de que mis declaraciones por lo que aún no es, impulsen mi existencia hacia la vida que quiero, Manifiesto que será liberado más adelante, sepultado hoy, en una cómplice y guardiana, cápsula del tiempo, inerte confidente en esta madrugada que da paso al amanecer, que hoy me prometo, será el comienzo de una vida distinta, donde por fin tenga el valor de ser, ese otro que hasta ayer no fui.
     Les espero en: el_ladron_de_libros@live.com.mx

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