domingo, 24 de abril de 2011

Liesel, ladrona de libros



17 de abril de 2010
Bienvenidas y bienvenidos a nuestra primera charla literaria, una vez hechas las presentaciones formales, la semana pasada, no obstante, ello no impide que hoy estreche nuevamente sus manos y agradezca su atenta lectura. Como lo prometido debe cumplirse, hoy dedico las líneas centrales de esta columna, a “La ladrona de libros”, de Markus Zusak. Sin embargo, antes deseo expresar mi sincero agradecimiento a la artista plástica igualteca Rosario Román Alonso, por materializar la idea que plasma la esencia de este espacio. A partir de hoy, el duende que expresa en su rostro la satisfacción, tras el ingenioso hurto del magnífico tesoro, que es un libro, nos recordará que tenemos una cita cada sábado entre el olor inconfundible de las palabras que dan forma a las noticias y opiniones de Redes del sur.
     Este día, en que México llora en el aniversario de su muerte la pérdida de Sor Juana Inés de la Cruz, un lustro antes de alumbrar el siglo XVIII,  es curiosamente una novela donde la muerte cuenta su propia historia, a la que me referiré, por merecerlo, en estos momentos donde al igual que en medio de las atrocidades de la guerra, es menester recordar a la humanidad, que quizá, los asesinos siempre han vivido entre nosotros. Hace falta, tal vez, como lo recuerda Zusak por medio de su obra, enfrentar momentos de crisis para dejarnos ver tal como somos. La muerte, en estas circunstancias, como ocurre con la tenaz narradora de los sucesos que van hilando la trama de la obra, puede parecer menos siniestra y mucho más frágil de lo que uno pudiera imaginarse, e incluso vulnerable, al punto de sentirse acechada por los humanos.
     Los sucesos que tejen la novela, se inspiran en lo que vivieron los padres del joven autor, durante la Segunda Guerra Mundial, y al mismo tiempo que muestran la persecución de aquellos a quienes se señaló como “los enemigos”, los judíos, prevalece la esperanza de que incluso entre las más burdas manifestaciones de odio y crueldad, puede existir un atisbo de lucidez, encarnado en este caso en Liesel, pequeña habitante de un pueblo alemán cerca de Munich, donde vive con sus padres adoptivos, cuya vocación manifiesta durante los días más crudos del terror implantado por Hitler, es la de robar libros, acción, que podemos aprender a mirar de un modo desprejuiciado cuando nos damos cuenta, conforme la pequeña ladrona y la muerte nos van acompañando mientras devoramos las páginas de un libro que se lee sin agotamiento hasta finalizarlo, que la lectura puede proteger del mal igual que un refugio, de donde se emerja triunfante, regalando palabras y esperanza.
     “La ladrona de libros” debe ser leída por todos, los más jóvenes y los mayores. Es un libro imprescindible cuando dejando atrás el umbral de un nuevo milenio, parecemos no darnos cuenta que leer es un derecho ganado arduamente por quienes han descubierto que incluso, si se trata de hacerlo valer, es preciso robar inspiración de los libros, para dignificar la existencia. La invitación está hecha, ésta puede ser una de sus obras predilectas, dese la oportunidad.
     Mis felicitaciones al joven lector, Bogar Rendón Bello, estudiante de la Escuela Secundaria “General Jaime Torres Bodet”, en efecto, la respuesta al primer Juego de ingenio, es Ana Frank. He aquí el segundo: Artífice temprana del lenguaje, tu verdadero escondite fue camuflado por la fe, síguenos regalando versos, recetas de platillos para aliviar la tristeza y predicciones de los cometas que vendrán, hoy que nos falta todo ello como el aliento mismo. Por supuesto, cuente con una recompensa, el primer lector o lectora que haga llegar la solución. Espero sus participaciones y sugerencias en el_ladrón_de_libros@live.com.mx
  

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