lunes, 25 de abril de 2011

Gaby, la Gaviota


19 de marzo de 2011
Naciste mujer y te hiciste Gaviota. Tu cuerpo frágil y traidor, no contuvo tu genio. Con el pie izquierdo, fabricaste filigranas de palabras. Con certeros golpes al abecedario, nos obsequiaste tu mirada. Gaby Brimmer: valiente escritora reaccionaria, que levantaste la voz ante un mundo sordo e indiferente. A Florencia, tu Nana, debemos el descubrimiento de tu viveza. ¡Qué tragedia tu encierro temprano, tras tu primer contacto con el mundo! La ignorancia te mantuvo cautiva. El atrevimiento de la mujer que te adivinó  inteligente, te liberó del todo. Al principio, tu pie balbuceó. Aprendiste a escribir, Gaby, y amansaste todas las palabras. Te montaste en ellas y dejaste como estela, tu irreverencia e inspiración. Junto a Elena Poniatowska, lo mismo hiciste innumerables cartas que tu autobiografía y lúcidos poemas. Quién si no tú, podría desafiar a la huesuda, al decirle: “Ya no te temo… Ya no me das miedo…”
     Luis Mandoki filmó tu vida. Tú la decidiste, siempre. Gabriela Raquel Brimmer Dlugacz, nacida en Ciudad de México el 12 de septiembre de 1947. Viviste atada a una silla. Combatiste tu inmovilidad, con la gracia de tu intelecto. Sagaz estudiante de periodismo en la UNAM. Amante de la vida y de los libros. Enamoradiza y tozuda. Brillante y sensibilísima. Tu decisión de no aceptar sin más una vida intrascendente, te condujo a desafiar un sistema educativo que cerraba la puerta a la diferencia. Enseñaste a todos una lección de respeto al género humano. ¡Pobre de aquel que la olvide! Podrían morir talentos sin desplegarse. Nunca se escribirían aquellos libros, que dieran testimonio de universos interiores coloridos, como el tuyo. Si eso ocurre, ¡ay!, todos perdemos.
     Te conocí una tarde lluviosa. Yo caminaba por la calle Donceles en la Ciudad de los Palacios y me apresuré a guarecerme del chaparrón en una librería de viejo. Por aquel tiempo, yo empezaba a confundir mi afición a la lectura con el vicio de comprar libros. Ya en la caja, frente a la pila que formaron mis nuevas adquisiciones, lo vi. Ese libro naranja con dos delgados pies dibujados –el izquierdo sobre un tablero con el alfabeto–, despertó mi curiosidad. Solicité a la dependienta me lo dejara mirar y, tras hojearlo, ya era mío.
     Más tarde, entre los estantes polvorientos de aquel mismo lugar, completé el tríptico. Conseguí un libro con tus cartas, y mi favorito, “Gaby, un año después”, con tus poemas. “Quiero morir en un día de invierno / gris, feo y frío, / para no tener tentación de seguir viviendo. / Moriré en esa época del año, / porque de todo el mundo he recibido frío. / Quiero morir en invierno / para que los niños hagan sobre mi tumba / muñecos de nieve.” Llévame contigo, Gabriela, a tus gélidos parajes, ¡y que los pequeños jueguen sobre nuestras tumbas solitarias! Vuelas alto, Gaviota, vestida de azul, de rojo, de verde, como los colores del arcoiris. Como tú, aspiro a escribir mi vida. Con la tuya, en mi inspiración entrelazada.
     Los libros que escribió Gaby, hoy son muy difíciles de conseguir. Lamentablemente su obra no ha sido reeditada, lo que priva a mucha gente de prendarse de sus palabras, concisas y perspicaces. Escríbanme y a vuelta de correo electrónico, les obsequiaré tres de sus poemas, hechos con arena de letras, donde Ella dijo, simplemente, lo que vivió. Les espero: el_ladron_de_libros@live.com.mx

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