lunes, 25 de abril de 2011

El pato, nosotros... y la muerte



16 de octubre de 2010
Es un libro raro, me dijo Soledad, mientras conversábamos acerca de los “Libros del Rincón”, de la Secretaría de Educación Pública, que más nos gustan, en la casa de Joaquín, excelente anfitrión que con pan, chocolate y helado refresco de cola, nos deleitaba aquellas mañanas y tardes, en tanto revisábamos y corregíamos el que sería su ensayo para obtener el grado de maestro. El libro aquel, al que se refería Sol, yo lo había calificado como una obra hermosa e interesante, fascinante ejemplo de cómo se ha dotado de excelentes materiales a las escuelas del nivel básico, en el afán de que cada vez más, en nuestro país tenga lugar la formación de lectoras y lectores.
     Qué tiempos aquéllos, de austeridad, en que los niños y niñas debíamos resignarnos a las lecturas del libro de texto, a falta de acervos como los que ahora, tristemente permanecen a menudo inertes y olvidados, en esos lugares todavía sombríos y a la eterna espera de visitantes cuyo interés genuino les conduzca hasta ahí: las bibliotecas.
     En algún estante de tu escuela primaria, se halla “El pato y la muerte”, de Wolf Erlbruch, ganador del premio Andersen, llamado el Nobel de la literatura para niños y jóvenes. Entre sus páginas, hermosamente ilustradas por el mismo autor, se mira a un pato, de largo cuello y numerosas dudas acerca de la vida, que reconoce a la muerte como su sigilosa acompañante,  ataviada con traje a cuadros y portadora de una flor negra en su huesuda mano.
     Después de un tiempo de notar que aquel personaje no cesa de seguirle, de cerca y sin hacer ruido, le enfrenta e interroga, ante ello, la muerte expresa su alegría al saberse ya visible, autentificada. ¿Ya vienes a buscarme? Le increpa entonces el pato, haciendo acopio de un inusitado valor. He estado cerca de ti desde el día en que naciste… por si acaso, responde la muerte. Diálogo, que continúa mientras ambos personajes sumergen al lector en sus propias dudas, como las mías, coincidentes con las del pato, ante las que la inteligente muerte contesta con agudeza, a través de planteamientos colmados de filosofía, y de verdad… porque entre ella y la vida, después de todo, habría que preguntarse a quién compete dictar la forma y el instante, en que habrá de culminar nuestro efímero paso por este mundo que, ¿seguirá siendo el mismo cuando hayamos partido?
     Con el paso de los días, el pato sorprende a la muerte por su actitud ante ella, de no dejar de vivir ni siquiera tras haberse manifestado ésta con toda su fría honestidad, e incluso, se muestra interesado en hallar “las respuestas”, sin más ayuda, que la certeza de saberse acompañado por la muerte, apenas nacer, a pesar de percatarse de aquello hasta ese día en que cobró valor y la miró a la cara. También, la muerte sorprende al pato al escoltarle, paciente y desinteresadamente, hasta su último suspiro. Más todavía, le habría maravillado a él notar la tristeza de aquella lectora de pensamientos, tras acostar su cuerpo inerte sobre el agua, darle un empujoncito y mirarle mucho tiempo mientras se alejaba, sintiéndose sin embargo resignada, porque así de inexorable es la vida. “El pato y la muerte”, un libro para niños de cualquier edad; brillante propuesta para reconsiderar su eterna compañía en nuestra existencia.
     A fin de conmemorar una de nuestras más sentidas tradiciones, les invito a escribir un texto autobiográfico relacionado con las celebraciones de muertos en nuestras ciudades, localidades y familias. Narren vivencias pasadas o presentes asociadas con estas festividades, en no más de 600 palabras, y envíen sus escritos desde este instante, hasta el 27 de octubre. Si sus textos son seleccionados ganadores, cuenten con una recompensa. Les espero en: el_ladron_de_libros@live.com.mx

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