lunes, 25 de abril de 2011

Descreído contra Sabines


12 de febrero de 2011
No creo en el amor. Me resisto a reconocer como tal a ese meloso sentimiento, que afecta a las personas hasta volverlas totalmente impulsivas e irracionales. En nombre del amor, he visto cómo se sacrifican los sueños de toda una vida –concebidos, por supuesto, antes de “enamorarse”–. Con ello, se postergan planes largamente acariciados en soledad, se renuncia a metas profesionales, se consienten acuerdos económicos inconvenientes, y también se comparte el antes sacrosanto espacio vital –amén del cuerpo–, en aras de la aprehensión del otro, misma que jamás tiene lugar en el grado en que uno –pobre mortal incauto–, lo desea. Si alguien posee una experiencia distinta, le invito a compartírmela. Sin embargo, permítame dudar de la veracidad de su historia incluso antes de conocerla. 
     Tal vez usted, apreciable amiga, me platique exclusivamente las bondades de ese ruin sentimiento, y omita los entuertos, insatisfacciones y decepciones, padecidos al lado de ese sujeto que dice amar –y lo que es peor, que usted piensa que la ama–. Recuerde las citas incumplidas, las fechas especiales olvidadas, los ronquidos en medio de la más escabrosa y difícil confesión que usted hizo jamás entre las sábanas, y no ignore aquellas noches de duermevela en espera del trasnochador incorregible que no llegó jamás. 
     O usted, estimado lector, ¿qué tal las escenas de celos infundados? ¿Los reclamos por infidelidades donde se le atribuyen cualidades amatorias que ya quisiera tener? ¿Las acusaciones por su desapego, o debido a no ser “detallista” –lo que sea que eso quiera decir–, por ser tan desordenado –como lo fue siempre, pero antes se lo toleraban–, y esa larga lista de etcéteras que no prolongo para no ser inculpado por su próxima borrachera con los amigos? 
     Si su “otra mitad” es del mismo sexo que usted, no se ilusione. Tampoco entre las parejas pares florece el amor, como jazmines bajo su ventana. A lo que antes enlisté sobre las relaciones entre hombres y mujeres, añada las rivalidades, negación del otro –o de la otra– en público, y el ignorarle al tomar decisiones cruciales que afectan a los dos, porque usted, después de todo, y a menos que resida en la Ciudad de México –o en Madrid–, nunca será legitimado como “su amor”.
     ¿Lo ven?, ¿cuál belleza?, ¿cuál motivo de celebración este fatídico catorce de febrero? Sin embargo, ahí están esos locos. Necios, intransigentes y obstinados poetas, que insisten en embelesarnos, endulzándonos el oído con sus versos románticos acerca del amor y otros demonios de similar rango. 
     ¡Sí, cómo no!, ahí tenemos a Jaime Sabines, el chiapaneco, susurrando que no puede decirse el amor, que éste, ¡se come como un pan!, hágame usted el grandísimo favor, ¿cómo vamos a zamparnos de un bocado ese mortífero sentimiento? O qué tal, cuando osa escribir: “No es que muera de amor, muero de ti.” Aunque… quizá aquí sí proclama una verdad, porque amar es enajenarse, y esto, es un poco morir. A ver, una página más de ese libro que tengo en estos momentos junto a mí, únicamente por no dejar. Que lo decida el azar. Eso es, ¡la 27!: “Los amorosos callan. / El amor es el silencio más fino, / el más tembloroso, el más insoportable.” ¿Ya ves, Jaime, cómo tengo razón? Esa cosa llamada amor no es algo bueno. Sólo un poco más… “Los amorosos buscan, / los amorosos son los que abandonan, / son los que cambian, los que olvidan. / Su corazón les dice que nunca han de encontrar, / no encuentran, buscan.” ¡Eso es! ¡El amor es una búsqueda perenne! ¿Pero qué digo? ¡Sabines me está atrapando! ¿Cómo te atreves, Jaime, a ponernos en jaque a los descreídos? ¿No miras que algunos cuestionamos seriamente ese cruento sentimiento y preferiríamos no haber probado nunca de tu labia empalagosa? ¿Con qué derecho nos haces dudar y ocasionas que se tambalee nuestra otrora inamovible negación?
     Algo sucede con mis fibras más sensibles. ¡He bebido estos versos, como deliciosa miel! ¿Qué provocas en mí, irreverente literato, que dudo de mis más férreas convicciones? Está bien, te concederé una oportunidad para dialogar con mi obstinación, pero nada más un poco, no sea que me convenzas. 
     Debo abandonarles ahora, queridos lectores. La “Poesía amorosa” de Sabines me espera. Dejo constancia, sin embargo, de mi escepticismo. Porque yo no creo en el amor... 
     Escríbanme: el_ladron_de_libros@live.com

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