lunes, 25 de abril de 2011

Al encuentro con la Vocación...


5 de marzo de 2011
Eran las ocho con diez de la mañana y el autobús por fin se detenía a un costado de la panadería “La espiga”, por el rumbo de “Las Palmas”.  Angustiado, descendí del vehículo y me dispuse a caminar varias cuadras hasta el CIDHEM (Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos). En tanto avanzaba, en una radio a todo volumen alguien decía que aquel caos vial en Cuernavaca podría haber sido aún peor. ¿De qué me había servido salir de Iguala al cuarto para las seis? Sin embargo, decidí confiar en que me esperarían algunos minutos y me apresuré, con una sola idea en mente: ¡No deseaba perderme la conferencia!
     Tuve buena suerte. Al llegar al CIDHEM pregunté por ellos y, ¡todavía estaban allí! Intercambiamos saludos y quince minutos más tarde ya íbamos hacia otro rumbo de la ciudad, al encuentro con quien nos llevaría hasta la rectoría de la UAM (Universidad Autónoma Metropolitana).
     Después de varias vicisitudes más en la Ciudad de México –por no conocer exactamente la ubicación de la sede–  llegamos casi a la hora señalada para el inicio del evento. Todo estaba preparado para comenzar. Tomamos nuestros lugares y después de algunos minutos, ¡apareció él! Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010. Después de las presentaciones y el mensaje del rector de la UAM, nos dispusimos a escucharle.
     El autor de “La tía Julia y el escribidor” –novela que se infiere autobiográfica–, de inmediato cautivó al auditorio. Estábamos ahí, estudiantes y académicos de varios lugares del país, así como algunos escritores. La Universidad –inició diciendo–, debe conducir a los jóvenes al encuentro con su vocación. Una decisión acertada sobre aquello a lo que dedicaremos nuestras vidas, nos hará menos infelices que si nos equivocamos. Con ello, el planteamiento central de su disertación estaba dado. A partir de ahí, le escuchamos con atención hasta que los aplausos anunciaron el término del evento. Después, vino lo mejor. En torno a vasos con coca colas y tazas de café en el “California” a donde fuimos a continuación, hablamos de lo que nos dejó el escuchar al Maestro. ¿Qué hay de cierto en que uno debe dedicarse a lo que le gusta? ¿Esto es mejor que optar por aquello en lo que poseemos ciertas habilidades? Argumentamos una postura y otra, e incluso las ejemplificamos. Recordé mi elección de la carrera de arquitectura por tener facilidad para el dibujo. Enorme error, porque ello no era lo que me apasionaba. Después, el no luchar por forjarme el destino, me llevó a ser maestro.
     Hoy, vivo como nunca antes lo que expuso Vargas Llosa. Me siento menos infeliz, desde que descubrí lo que amaría hacer el resto de mis días. Me estremecí al escucharle rememorar cómo en un café frente al parque de “El Retiro” en Madrid, tomó la decisión de ser escritor no obstante tuviese que trabajar en algo más para subsistir. Con ello, afirmé mi convicción de que la esencia de cada uno no está sujeta a las circunstancias.
     Como él lo dijo de sí mismo, tampoco “se me da” eso de escribir, sin embargo, me reconocí en el énfasis que hace el Maestro, en que para crear obras dignas de ver la luz, es preciso trabajar arduamente y derramar litros de sudor en su creación. No, no se trata ser bueno para algo o no serlo. El quid de la cuestión es enamorarse de un sueño y vivir como lo que uno aspira a ser. Ello no garantiza el tipo de éxito que proporciona una abultada billetera o un coche del año. Sin embargo, cabe al menos preguntarnos si nos hará menos infelices que si nos traicionamos.
     Y usted estimado lector, apreciada lectora, ¿qué opina? Escríbanme: el_ladron_de_libros@live.com.mx

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